El veterano hispanista estadounidense Stanley G. Payne, el más objetivo y neutral en contar la reciente historia de España y principalmente la guerra civil, y al que desde las izquierdas, que de nada tienen primacía ni superioridad, se ha descalificado como derechista o hasta fascista, lenguaje sectario en su definición, ha dicho hace unos días bien claramente con motivo de la rebelión de Cataluña que la Constitución debe revisarse para poner límites a las comunidades autónomas. Y que en Europa no hay ninguna región con más autonomía de la que disfrutan los catalanes y los vascos.

Tanta, que no dejan de poner en riesgo la cohesión del Estado a través del populismo en boga, ya sea nacionalista, o ya sea de izquierdas como ocurre con Podemos, partido del que Payne cree que ha tocado techo electoral con su posicionamiento poscomunista. Ahora y más papista que el Papa, Iglesias va a llevar la aplicación del 155 al Tribunal Constitucional, mientras va dejando jirones por el camino. En eso ha quedado aquella ilusión de hace un par de años, lástima, pero es lo normal en una época en la que la gente tiene mucho que perder y poco que ganar con alternativas extremas. Vivir fuera de la realidad tiene su precio. Rajoy ha dicho al respecto que no lo entiende. Ni él, ni nadie. Allá ellos.

Lo único que está bien claro es que es que como ha afirmado el prestigioso hispanista urge ya poner el freno y marcar los límites a las autonomías. O eso, o acabarán mas pronto que tarde comiéndose España y dejándola en la ruina más absoluta. Como para que lleguen algunos y aprovechen las elecciones de Cataluña para pedir que se condonen todas las deudas de aquella comunidad como parte de un diálogo y posible acuerdo con el movimiento secesionista si olvidan sus delirios. Incluso el déficit de todas las comunidades, café para todos. O sea, que se sigue con lo de siempre, utilizando la economía como moneda de cambio en la política. El PSOE, que sigue aun lejos de criterios firmes y uniformes, se une con reticencias a la petición de Iceta, su pintoresco jefe de filas allí, que aunque dentro del bloque unionista bien pudiera apoyar a cualquiera, pues quiere ser presidente del Govern, el que sea.

La ampliación de esa inmensa deuda pública del país la acabaría pagando el contribuyente ya bastante endeudado de por sí debido a la crisis primero y después a la debilidad de un Gobierno que siempre corre detrás del balón, arrastrado y condicionado por los demás, pero dispuesto a todo con tal de sostenerse en el poder. Ahí está lo del cupo vasco, del que solo C´s se ha desmarcado. Para que el PNV le apoye en los presupuestos del año cercano, ha reducido los ingresos del Estado procedentes de aquella región, que cuenta con un régimen foral acusado de inconstitucional, que le permite cobrar todos los impuestos a través de sus instituciones y luego compensar al Gobierno por los servicios no descentralizados prestados. Al contrario de lo que ocurre con las demás autonomías, entre las cuales, por cierto, no es Castilla y León una de las más de mayor déficit, pese a ser una de las que menos dinero recibe del Estado. La que más ingresos percibe desde Madrid, ni que decir tiene: Cataluña.