El lunes 20 de noviembre, día universal del niño, la Iglesia en España hemos dedicado la jornada a pedir perdón y rezar por las víctimas de abusos sexuales, especialmente los cometidos por miembros de la Iglesia. Esta mancha en la historia de la Iglesia, y de nuestra sociedad, es una herida que nos duele a cada miembro, pues una parte de "nosotros" ha traicionado un bien sagrado, la inocencia de los niños; todos nos dolemos de haber escandalizado "a uno de estos pequeños que creen en mí" (Mt 18, 6).

Jesús nos enseñó que los indefensos, los excluidos, los pequeños? los niños son su rostro en el mundo; su cuidado, su protección, su libre desarrollo no deben ser para nosotros un valor abstracto sino un compromiso real y presente. Un compromiso de todos -de todos los que optamos por buscar el Bien- y para todos. Pero los miembros de la Iglesia tenemos si cabe una exigencia especial, Jesús lo dice claramente: "los pequeños que creen en mí", aquellos que hoy siguen confiándose en las manos de profesores, catequistas, religiosos y sacerdotes para iniciar un itinerario de fe y ser como los niños del Evangelio que se acercaban a Él.

Esta confianza de las familias es una exigencia para nosotros, y por eso parafraseaba el Evangelio de Marcos (Mc 10, 13) al titular este artículo; pues cuando nos ponemos ante un grupo de niños en catequesis no puede sino sentirse la enorme responsabilidad de custodiar un tesoro, frágil y valioso, que el Señor pone en nuestras manos.

Tal vez sea falta de perspectiva, pero la experiencia nos hace percibir que la realidad de los niños hoy es más difícil que la de las generaciones anteriores, expuestos a una cultura que no prioriza la atención a la infancia. Por eso cuidarlos ha de ser también enseñarles a protegerse en nuestra realidad cultural, en una sociedad que a través de los medios de difusión banaliza aspectos fundamentales de su desarrollo humano: los valores morales, los afectos, la sexualidad, la amistad, el interés, la fe, y sobre todo su inocencia. Garanticemos entre todos que los niños pueden seguir siendo niños, pues son nuestro modelo para entrar en el Reino de los Cielos.