Así dice el viejo proverbio: "Tanto, tienes, tanto vales". Así era antes y así sigue siendo ahora. Porque si no tienes nada que ofrecer, difícilmente puedes esperar que alguien esté dispuesto a darte algo a cambio de nada. Si tienes dinero y propiedades, puedes esperar que lleguen a hacerte un préstamo, incluso los bancos, no así si te encuentras en situación deprimida, ya que el prestamista te dejará con un palmo de narices. Porque no solo depende de que le expliques, con detalle, esa genial idea que te gustaría poner en práctica, o ese negocio que estás seguro va a producir pingües beneficios, sino de otros factores.

Difícilmente sacarás adelante una carrera o conseguirás plaza en una oposición si no tienes los suficientes conocimientos, si no das algo de ti a cambio, apretando los codos y sacrificándote durante un tiempo.

Muchas casualidades positivas tendrían que darse para que el dueño de un bar se hiciera con muchos clientes sin ofrecer algo que llegara a atraerles, cómo unas buenas tapas recién cocinadas. Porque, si se limitara a ofrecer botellines y aceitunas de bote, habría ahorrado muchos esfuerzos, pero también vería cómo los clientes dejarían de traspasar el umbral de su puerta.

Y es que en casi todos los ordenes de la vida los seres humanos nos movemos por algún tipo de interés. De manera que a nadie debería extrañarle que también se de tal circunstancia en la vida política, y probablemente en mayor medida, ya que, al no tener que pasar por la tribulación del cara a cara, les resulta más fácil poder decir que no, o hacer como que no se han enterado. Es la ventaja de poder hacer lo que mejor convenga a su particular forma de entender las cosas, sin tener que dar cuenta a los electores hasta pasados cuatro años.

De manera que no se entiende cómo algunos ciudadanos llegan a rasgarse las vestiduras cuando ven que determinados políticos o instituciones hacen caso omiso a sus reivindicaciones. Caso concreto el de la negativa - o intervención pasiva, que dirían los amantes de los eufemismos - del Gobierno Central, a la petición del ayuntamiento de Zamora de negociar el alquiler que está pagando, religiosamente, por un edificio que el Estado no necesita para nada, antes ocupado por el "Banco de España". ¿Pero, que le puede ofrecer Zamora al Gobierno a cambio?: ¡Nada! porque ya tienen los votos, y los diputados y senadores correspondientes. Así que nada puede darle, porque nada más tiene. Para salir de dudas echemos un vistazo a una de las ultimas viñetas de "El Roto", en la que se ve a un ricachón, de esos que suele dibujar él, diciendo: "Ya no os necesitamos para la producción, ni para la reproducción. Sobráis todos"

Hay también quien da vueltas para tratar de entender por qué el Estado ha cedido estos edificios a otras ciudades, a coste cero. Y es que no se cae en la cuenta que en esas otras ciudades probablemente no se rinda tanta pleitesía al poder como en ésta, y, consecuentemente, no existan tantos votos cautivos para conseguir los diputados y senadores que se pretende. Es en esos casos cuando los que tienen el poder se ven obligados a ofrecer algo a cambio para buscar apoyo para las siguientes elecciones.

Si además se tiene en cuenta el color del actual gobierno municipal, la cosa se complica un tanto más, porque ¿cómo va a esperarse que el Gobierno tenga algún detalle, si cuando el ayuntamiento tenía su mismo color, miraba para otro lado? ¿o es quedan ingenuos que llegan a pensar que iba a facilitar las cosas a un alcalde comunista?

Son cosas del tanto tienes tanto vales. Formula también de aplicación al gobierno autonómico quien, recientemente, le ha asignado a Salamanca nueve millones de euros para remodelar el antiguo edificio del Banco de España, mientras a Zamora, solo le ha concedido un tres por ciento de esa cifra, para el Museo de Semana Santa. Pero eso tampoco debe sorprender, porque ha sido la línea habitual del presidente Herrera a la hora de decidir las inversiones, y ahora, que está acabando su singladura, nadie va a esperar que rectifique.

"Confiamos, / en que no será verdad / nada de lo que pensamos", decía Machado en uno de sus versos. Pero, si le hiciéramos caso al poeta, entonces ¿para que pensamos?