Esta conocida frase, tantas veces repetida por los más diversos motivos sobre cuestiones amorosas, podía aplicase a los romances extramatrimoniales del rey Alfonso XI cuando, después de haber contraído matrimonio con María de Portugal, la "fermosísima María" según la describe Luis de Camoes en "Os Lusiadas", primeramente estuvo a punto de separarse de ella porque no le daba un heredero, lo cual aconteció , cuando ya se creía infecunda, el 30 de agosto de 1334 con el nacimiento del futuro rey Pedro I de Castilla.

Cuando parecía que ya se había normalizado el matrimonio, el rey Alfonso XI conoció a Leonor de Guzmán, de la que quedó prendado, y seguidamente inició una relación amorosa con ella, desplazando a la reina legítima, teniendo con la amante diez hijos bastardos, entre ellos el futuro rey Enrique II de Castilla.

El padre de la reina consorte, Alfonso IV de Portugal ejerció presión sobre Alfonso XI para intentar que se separase de Leonor de Guzmán, llegando a negarle colaboración militar contra los musulmanes y apoyando a los rebeldes castellanos contra su rey.

Alfonso de Castilla envió a doña María para que se reuniera con su padre, el rey de Portugal, para solicitar ayuda y detener la invasión de las tropas musulmanas. María accedió a lo que pedía su esposo y regresó a la Corte castellana "con la obligación de que Alfonso XI diera a su mujer el trato y la honra que se le debía", consiguiendo el exilio de la Corte de Leonor de Guzmán. Así consiguió el rey castellano el apoyo de su suegro, el portugués.

Don Alfonso XI , ayudado de su suegro, avanzó en las batallas. Con él iba tremolando la Seña Bermeja, con la hueste del Concejo de Zamora acaudillada por don Ruy Pérez Ponce. En cuanto los sitiadores vieron llegar los ejércitos dejaron el sitio de Tarifa disponiéndose al ataque junto al arroyo Salado y trabando combate, pelearon con tanto esfuerzo que hicieron retirar a los moros de vuelta hacia Tarifa, distinguiéndose al lado del rey la milicia zamorana que cayó con tal ímpetu sobre los árabes a los que causaron tales destrozos que se inmortalizó el nombre de la "Batalla del Salado".

Una vez finalizados los conflictos militares, Alfonso XI regresó con su amante e incumplió lo acordado con el rey de Portugal.

A la muerte de Alfonso XI, en marzo de 1350, víctima de la peste negra, le sucedió su hijo legítimo Pedro I. A partir de entonces, la reina María, con la colaboración de Juan Alfonso de Alburquerque, mayordomo mayor del heredero don Pedro, empezó a ejercer una gran influencia en la gobernación del reino.

María se vengó de la amante de su difunto esposo y ordenó el asesinato de Leonor de Guzmán en la primavera de 1351 en Talavera de la Reina.

El 16 de enero de 1356 la reina María se encontraba en el Alcázar de Toro cuando el rey Pedro, acompañado de varios escuderos, entró en el Alcázar y mandó matar a varios nobles que acompañaban a la reina, incluyendo a su mayordomo Martín Alfonso Téllez de Meneses.

Después de este episodio, en 1356 la reina María regresó a Portugal, a la ciudad de Évora donde se encontraba la Corte y allí falleció el 18 de enero de 1357 a los cuarenta y cuatro años de edad.