No me alegro, no puedo alegrarme de lo ocurrido con la Agencia Europea del Medicamento. Barcelona tenía, si no todas las papeletas, sí las suficientes como para convertirse en la sede de esta Agencia que debe abandonar Londres a causa del "brexit". Barcelona quedó eliminada como candidata en la primera ronda de votación para elegir la futura sede que, finalmente, ha sido asignada a Amsterdam.

Tengo para mí que la situación que vive Cataluña ha tenido mucho que ver en la decisión sobre el futuro de la AEM. Es una pena, por la relevancia de la institución, por la cantidad enorme de puestos de trabajo que se pierden y porque sería bueno para España y para Cataluña contar con la agencia encargada de supervisar y autorizar la comercialización de fármacos en la UE. Y eso que Barcelona contaba ya con sede material, concretamente la Torre Glóries, lo que suponía un aliciente en su candidatura.

Esta agencia tiene la friolera de 890 empleados y recibe al año la visita de unos 35.000 expertos de la industria. Lo que supone más dinero procedente del gasto de los visitantes.

Estoy por apostar que el independentismo catalán le echará la culpa de esta contrariedad a Mariano Rajoy y al PP. Andan tan mal de la dioptría que son incapaces de ver con nitidez la realidad. Y la realidad apunta tozudamente hacia el independentismo catalán. Pero qué creyeron, ¿que Europa se iba a postrar a sus pies?

Pero si hasta el presidente palestino, Mahmud Abás, ha reafirmado ante el Rey de España, su "firme postura de apoyo a la unidad del pueblo y el territorio de España". El presidente Abás se refería implícitamente a la crisis catalana durante su discurso en el brindis del almuerzo que el Rey Felipe ha ofrecido en su honor en el Palacio Real. A Puigdemont sólo le quedan los iguales a él, es decir los separatistas europeos.

El independentismo daba por hecho que iba a ganar, que la Agencia del Medicamento se quedaría en Barcelona. Lamentablemente Barcelona ya no es lo que era a los ojos de Europa y casi me atrevo a decir que del mundo. Y no me alegro de lo ocurrido, no me puedo alegrar porque perdemos todos. Ochocientas noventa oportunidades se han ido por el bombo hacia la nada. Puigdemont ya ha hablado echando la culpa al 155. Son incapaces de hacer autocrítica. Son incapaces de ver la realidad. Son incapaces de reconocer sus errores, de asumirlos como algunos han asumido interesadamente el 155, y por consiguiente pedir perdón a la sociedad catalana, a la que piensa como ellos, a la que se dejó engañar y a la que obligaban a través del miedo a permanecer en silencio.

Barcelona partía como favorita y ya ve usted, contra todo pronóstico la anhelada Agencia, se ha quedado en Amsterdam. Una pena que nos afecta a todos.