Según se acerca el final de cada año, las compañías se vuelcan con los consumidores y lanzan campañas publicitarias para incentivar el consumo y, sobre todo, el de los productos típicos para estas fechas. Las entidades financieras no son una excepción y se apresuran a publicitar sus Planes de Pensiones. Lo hacen, amplificando las ventajas fiscales del producto junto con la conveniencia de hacer aportaciones antes de que finalice el año. Para incentivar aún más al ahorrador, le añaden algún regalo promocional (jamones, televisores, tabletas, etc.). En fin, todos los años será igual pues más de la mitad de las aportaciones a los Planes de Pensiones se realizan en el último trimestre del año.

De todos es sabida la necesidad de realizar profundas reformas en los sistemas públicos de pensiones, no porque no sean sostenibles sino por la insuficiente cuantía de las prestaciones. Paralelamente a esto, surge la necesidad de desarrollar productos financieros privados de pensiones para complementar la pensión pública para que nos ayude, en un futuro, a equiparar, en lo posible, nuestro nivel de vida en la jubilación al que se tenía cuando estábamos en activo. Siendo así, los Planes de Pensiones suponen un complemento a la prestación de jubilación pública pero, ahora más que nunca, se debe de tener en cuenta las características de este producto y cuáles son los riesgos que se asumen en su contratación.

Un Plan de Pensiones es un producto financiero de ahorro a largo plazo con el objetivo de complementar, sin sustituir, la pensión pública. Cuando un ahorrador se convierte en partícipe de un Plan de Pensiones se obliga voluntariamente, mediante un contrato, a realizar aportaciones dinerarias a una entidad financiera que actúa de intermediaria y que será la que gestionará el dinero del adquirente del Plan formalizado. Al contratarlo, no se estará exento del cobro de la pensión de jubilación ni tampoco, por el mismo motivo, exento del pago y prestaciones de la Seguridad Social.

Antes de tomar a la ligera la idea de contratar un Plan de Pensiones, tenemos que valorar nuestra situación personal para elegir el nivel de riesgo que se quiere asumir a la hora de contratar uno. Se ha de tener claro el plazo de inversión, la cantidad a invertir, nuestra posición personal ante el Fisco, así como los posibles beneficios y perjuicios a la hora de contratarlo. Es decir, tener muy claro el perfil de inversión y el objetivo que deseamos obtener.

Atendiendo al binomio rentabilidad-riesgo nos encontramos con una marcada diferenciación entre los tipos de Planes existentes en el mercado. Esto es lo de siempre: menor riesgo lleva implícita menor rentabilidad y viceversa.

A lo largo de la vida del Plan de Pensiones, el partícipe puede cambiar de tipo de Plan para irlo acomodando a sus necesidades pues recordemos que es una inversión, en la mayoría de los casos, de muy larga duración y en nuestra persona recaerán múltiples cambios tanto exógenos como endógenos. A su vez, se puede también cambiar de entidad gestora y depositaria. En definitiva, es una inversión dinámica asociada al paso del tiempo.

Las aportaciones tienen un límite: 8.000 euros anuales o el 30% de la suma de los rendimientos del trabajo y de las actividades económicas.

Hasta aquí se ha visto, de forma resumida, la forma de aportar a un Plan. Pero ahora viene lo peor: ¿cómo y cuándo recuperarlo? Y aquí surgen ya los primeros problemas. Como siempre, lo más fácil de un producto es contratarlo y, lo más difícil, mantenerlo y sacarle el beneficio que se esperaba en el momento de la compra. En los Planes de Pensiones, la experiencia lo avala, nada más lejos de la realidad. Me explico.

Un Plan de Pensiones sólo se puede recuperar en alguna de estas situaciones: fallecimiento del partícipe, jubilación, incapacidad permanente, dependencia severa, enfermedad grave, desempleo de larga duración y, a partir del 2025, el que lo hubiese mantenido durante 10 años. Aquí hemos dado con el primer inconveniente: la iliquidez del producto. Invertir en un producto para no poder rescatarlo en un momento dado, ya, de momento, lo hace descartable por muy buena que sea su fiscalidad.

Respecto a las minusvalías y plusvalías del producto no me voy a pronunciar pues depende mucho del gestor del Fondo. Pero sí digo que, salvo honrosas excepciones, su gestión deja bastante que desear.

Fiscalidad: Es lo más curioso y lo que más llama la atención a la hora de contratarlo. Siempre nos intentan convencer con lo mismo. Al contratar un Plan de Pensiones sí podremos reducir el IRPF debido a que las aportaciones realizadas son deducibles de la base imponible del impuesto. Y esto, nos lo cuentan a la perfección cuando nos venden el Plan pero, lo que pocos cuentan, es que al rescatarlo, habrá que pagar impuestos ¡por todo el dinero aportado más las posibles plusvalías! y se declarará como rendimiento del trabajo. Esto quiere decir, que esa ventaja fiscal del comienzo se convierte en una pesadilla para el partícipe a la hora del rescate pues, normalmente, se pagarán más impuestos que los ahorrados. Al tratarse de un rendimiento del trabajo, el tipo impositivo dependerá del resto de rendimientos del partícipe pues el interés del impuesto será más alto dependiendo de la cantidad cobrada. No le quiero ni contar cuando lo rescata un partícipe que está recibiendo el subsidio por desempleo: ¡puede provocar hasta la supresión de dicho subsidio! pues para la concesión y supresión se tendrá en cuenta el nivel de rentas.

Comisiones: Implacables. Se paga por todo. Por traspasos, por gestión, por depósito? Debido a ellas, su rendimiento puede ser y es inferior al de otros productos que también nos sirven para ahorrar de cara a la jubilación. Unas comisiones serán visibles y otras que no se ven pero las dos acaban por mermar los beneficios, si no los hay, se sustraen del capital aportado.

Coincido con muchos analistas en que el Plan de Pensiones no es ninguna seguridad para el futuro y que los partícipes son, en la mayoría, personas que no saben ahorrar, que tienen un total desconocimiento de este producto financiero y, lo peor, les parece bien que no puedan tocarlo pues así no se lo gastan.

@ToGarMo