Es evidente que el grave e improcedente episodio que estamos viviendo en España,y que monopoliza la opinión pública y la publicada, tiene relación directa con lo que venimos llamando "el problema catalán". Aunque al socaire de este monotema se están propagando algunas ocurrencias y maledicencias que circulan sin la suficiente atención y análisis; si bien algunos tratan de aprovechar esta situación para sacar beneficio partidista de un problema de Estado. Por estas y otras razones creo conveniente prestar atención ante tan deshonesto y embarazosa contrariedad y, reflexionar sobre algunas opiniones malintencionadas que han vuelto a resurgir con ocasión de las intrincadas implicaciones respecto a la unidad territorial de nuestro País. Me estoy refiriendo a la utilización del llamado "régimen del 78", del cual me siento concernido y representado.

Viniendo de dónde venimos y, sabiendo que en el contexto español la sola formulación del concepto: "régimen", en sentido peyorativo -que es como se formula-nos remonta al franquismo, y que por lo tanto, para algunos, nos retrotrae a la dictadura a la que combatimos con riesgos y quebrantos personales; si a ello se une el otro epíteto aparecido en escena, intencionadamente perverso, como lo es la: "casta", estamos hablando de una estrategia claramente determinada para desprestigiar un tiempo histórico como lo fue la Transición y para quienes la hicieron posible; es decir a sus verdaderos artífices: la inmensa mayoría del pueblo español y de sus legítimos representantes, todo ello por haber cometido el grave delito de favorecer y promover el mayor logro democrático de los últimos años; nada más y nada menos que la construcción de la Constitución Española de 1978, que contribuyó e hizo posible, los años más favorecedores de todo la historia de nuestro país, que es España.

Puede ser que algunos, de buena fe, cuando mencionan el "régimen del 78" se refieran a la Constitución de 1978 y lo que ésta representó, es decir la ruptura con el indiscutible "antiguo régimen" y la dictadura franquista. Precisamente, este es el momento que abría la puerta y se inauguraba la democracia; nada que ver con la situación anteriormente vivida del régimen franquista. Lógicamente este moderno y nuevo Estado democrático, contiene un diferente compromiso con las libertades y con los ciudadanos, es decir la antítesis del estado totalitario.

Me parece deshonesto, y además tampoco se ajusta a la realidad histórica, cuando se intenta crear confusión entre los ciudadanos, por el interés trastornado de algunos personajes y partidos políticos nacionalistas y otros de reciente implantación que, intentando instaurar nuevas ofertas políticas, no les importa mentir y enfrentar a la sociedad con la intención de establecer un clima "adanista" es decir: "hasta que nosotros no llegamos el mundo no existía", hábito de comenzar una actividad, como si nadie la hubiera ejercido anteriormente.

Si se quiere ser honesto y riguroso, no se debería jugar con las palabras y menos con los conceptos, confundiendo ideología con intereses bastardos, utilizando torticeramente los apelativos: "régimen" y "casta" para descalificar, no solamente a los partidos políticos -que eso no tendría demasiada importancia-. Lo peligroso es que también se insulta a la inteligencia y más grave aún al conjunto de los ciudadanos que, como pocas veces en la historia de España se implicaron en la edificación de una sociedad más justa y responsable, colaborando en la construcción de un país y una colectividad más incluyente y solidaria. Esta aptitud, "de cuanto peor, mejor". como mínimo supone una falta de respeto al conjunto de los españoles.

Cada vez se evidencia con más claridad que aquellos que, en ausencia de programas y proyectos políticos y sociales, utilizan como estrategia y objetivo común la descalificación y el desprestigio, no teniendo ninguna vergüenza en reiterar falsos relatos y mentiras sin ningún pudor, llegando a decir disparates como que la fiscalía, jueces y policía, son la espina dorsal del "régimen del 78", que solo saben reprimir derechos. Aunque también hay otros que han pretendido deslegitimar el sistema democrático, discutiendo de identidades y banderas.

A pesar de la quiebra territorial, de tantos agoreros atrabiliarios e irascibles, de la crisis aun no superada, y de los graves errores del actual gobierno de Rajoy, hoy España es una democracia madura que ha dado lecciones de tolerancia en numerosos aspectos de la vida real, en muchos valores, ocupamos el puesto 17 en el índice de calidad democrática por encima de los EE.UU. y Bélgica, y por debajo del Reino Unido. Para poder entender, de buena fe, la construcción de la democrática constitucional, así como el desarrolla espectacular de España, hay que destacar dos fechas fundamentalmente: el año 1978 con el pacto social y la proclamación de la Constitución; y el 28 de octubre de 1982 con el triunfo y llegada del Partido Socialista al Gobierno, culminándose la Transición.

Mientras tanto estamos asistiendo a un triste espectáculo grotesco y nada edificante. Hemos pasado del intento de romper (como suena) España y quebrar el marco constitucional en una aventura protagonizada por unos personajes irresponsables con nombres y apellidos, representando a formaciones políticas de históricos independentistas, unidos con la derecha clásica catalana, los antisistema y el apoyo externo de Podemos, sus socios y afines con la tradicional calculada ambigüedad y equidistancia. Han fracasado.

Nos enteramos ahora -dicen ellos- que no tenemos apoyos suficientes para la independencia, tampoco estamos preparados para la secesión y para implantar y desarrollar la república catalana. Y como diría el escritor catalán Josep Pla: "y todo esto quien lo paga".