El mal fija su atención en el bien para corromperlo. El bien se deja llevar con frecuencia por el atractivo transgresor del mal. Las hienas atacan en manada porque en solitario no tienen media torta. Las libertades como la dignidad y los derechos son personales, individuales e intransferibles. Tres premisas para un pensamiento.

Decía Bertolt Brecht que malos tiempos corren cuando hay que explicar lo obvio y ahora vivimos malos tiempos amplificados por las redes sociales y los medios de comunicación. Una persona, una mujer esta vez -y casi siempre-, denuncia una violación en manada por parte de unas hienas que se hacen llamar a sí mismos "la manada". Poco debería haber que explicar salvo dejar actuar a la justicia y esperar a su sentencia. Pero son malos tiempos para lo obvio.

¿Debe una mujer pedir perdón por ser mujer, o por ser joven, o por resultar atractiva? ¿Ha de pedir permiso a nadie una mujer para ejercer su libertad sexual cómo, cuándo y con quien le apetezca? ¿Qué derecho tiene nadie a restar una micra de valor a la libertad individual de elección y a la dignidad de una mujer, de una persona, por el hecho de que antes o después ejerza esa libertad cómo, cuándo y con quién le plazca? Tres preguntas para un escenario obvio que no es del teatro de Brecht sino la representación de una sociedad enferma.

Las hienas son depredadores que cazan grandes mamíferos, pero también son carroñeros cuando se presenta la ocasión. También el ser humano es biológicamente carroñero y, probablemente, buena parte de la obtención de las proteinas necesarias para el mantenimiento y evolución de la especie provenía en los primeros homínidos de la carroña que quedaba tras alimentarse otros carnívoros de mayor tamaño y fuerza. Quizás eso haya continuado transmitiéndose en nuestro ADN de generación en generación hasta llegar, de manera sublimada, hasta estos nuestros días en los que el instinto carroñero campa a sus anchas.

La prensa y las redes arden por el juicio contra la manada de hienas denunciada por violación en el último sanfermín. De un lado quienes se complacen en la carroña y en generar dudas sobre el hecho denunciado con cuestiones colaterales que en nada afectan a si hubo o no hubo violación. Del otro lado otras manadas que aprovechan este tipo de situaciones para hablar de revoluciones, patriarcados y otras monsergas. Unos y otros deberían hacérselo mirar.

Lo peor es que también abundan quienes aluden con ignorancia o desvergüenza a la presunción de inocencia para los acusados. Olvidan que hay situaciones en las que aplicar la presunción de inocencia en términos absolutos al denunciado implica restársela al denunciante. En los delitos sexuales ocurre esto y por eso muchas veces no se denuncian. Dejemos que se juzgue si hubo o no violación en manada. Mientras no se pruebe lo contrario ellos son los presuntos violadores, ella la víctima. No hay más.

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