Al fin y al cabo, son casi sinónimos. Porque ambos conceptos responden a conjuntos de personas que defienden los intereses de su grupo por encima de cualquier otra cosa. Los lobbies presionando a empresas y gobiernos, los corporativistas defendiendo sus intereses ante quien sea: ambos, sin tener en cuenta si la causa es o no justa, y sin preocuparle los posibles perjuicios a terceros. Son grupos de presión que han existido siempre, con estas u otras denominaciones. Así existen lobbies en sectores patronales, sindicales o armamentísticos, y movimientos corporativistas en grupos profesionales o en determinadas religiones. En sentido coloquial el término corporativista se suele asociar a quien defiende su profesión, o su entorno más próximo, de los ataques o criticas de terceros, con independencia de que aquellos estén o no fundados.

La crisis desencadenada en Cataluña ha hecho aflorar grupos de lobbies y movimientos corporativistas, unos defendiendo la posición de los independentistas y otros la contraria. Todos responden a intereses de determinados grupos que reciben o esperan prebendas, ya que lo que hacen va encaminado a sacar algún provecho cuando la cosa llegue a resolverse, si es que se resuelve.

Aquí, en la meseta castellano-leonesa, puede que haya quienes entiendan la posición de los catalanes defensores de la independencia, pero lógicamente habrá muchos más que comprendan mejor a los catalanes no independentistas, puesto que estos últimos se sienten igual de españoles que un señor de Palencia, por poner por caso. Lo que cuesta entender es que a ciudadanos de esta región les parezca mal que los medios de comunicación saquen a la luz determinadas mendacidades, manipulaciones, alborotos o bravatas utilizadas por los insurgentes, para tratar de denostar las instituciones del Estado, para cargarse la Constitución, o para desprestigiar el comportamiento del resto de los ciudadanos. Porque, que se sepa, mismamente en Zamora, no se le debe nada a esos señores de la estelada, sino más bien todo lo contrario, ya que, al igual que el resto de españoles ha tenido que sufrir afrentas, como aquella de ser llamarnos ladrones, en aquellos días en los que les dio por decir "España nos roba", o de ser tachados de franquistas, por no haber comprado su idea de independencia. De manera que ponerse a favor de quienes se han declarado abiertamente superiores o diferentes a nosotros no parece una reacción demasiado perspicaz.

Por eso, si alguien de por aquí defendiera a capa y espada la causa de los independentistas catalanes, afirmando que la actuación de los enseñantes en los colegios de aquella autonomía queda fuera de toda duda, y que allí no existen manipuladores, ni lavadores de cerebros, porque la figura del maestro es sagrada, no cabe sino pensar que le ha dado un ataque de ingenuidad, o que su corporativismo le está jugando una mala pasada. Y si, quien lo dijera, fuera un enseñante, con quien nos cruzamos todos los días por "Santa Clara", llegaríamos a preocuparnos, porque la cosa tendría toda la pinta de que algo le está ocurriendo.

No se puede poner en duda la notable importancia que maestros y profesores tienen en cualquier sociedad, y también en la nuestra. Pero de eso a defender esa profesión diciendo que todos los maestros son como aquel que interpretaba Fernando Fernán Gómez en "La lengua de las mariposas", o suponer que todos los profesores son como aquel otro que protagonizó Robin Williams en "El club de los poetas muertos", hay unas cuantas leguas de distancia.

En esa profesión, como en cualquier otra hay gente para todo. Y si no, tomemos como referencia algunas que, debido a sus principios, podrían considerarse como esenciales, como son las de médico y sacerdote. Veremos cómo cientos de sacerdotes de variopintos países, como EEUU, Irlanda, Australia, Alemania y España, han estado envueltos en casos de pederastia; de hecho, Benedicto XVI se vio obligado a expulsar a 400 sacerdotes, el actual Papa Francisco ha tenido que relevar a tres obispos. De nada ha servido a la Iglesia defender, durante siglos, ese corporativismo trasnochado, de no querer ver lo que realmente estaba sucediendo. También, en la profesión medica cuecen habas, pues, si hacemos caso de un estudio del diario "El Mundo", el 31% de las enfermeras han sufrido algún tipo de mobbing, protagonizado por sus superiores médicos, así como otro tipo de actuaciones, más próximas, como la del médico de La Granja de Moreruela, procesado por masturbarse delante de algunas de sus pacientes.

En todas partes existen personas capaces de restar méritos a sus respectivas profesiones, o a sus círculos de decisión e influencia, y también entre los enseñantes de Cataluña, por mucho que alguien se esfuerce en intentar demostrar lo contrario. No hace falta tener que rasgarse las vestiduras para admitir que las cosas son como son, y no como las queramos vender. De hecho, en estos días están pasando por los tribunales de justicia algunos de esos enseñantes catalanes, presuntos lavadores de cerebro, o manipuladores de la historia. Algún tipo de pruebas habrá para ello.