Hace años que se nos viene diciendo y repitiendo hasta la saciedad que los seres humanos le estamos haciendo un daño irreversible al planeta que habitamos, esta Tierra condescendiente y generosa que nos da de todo y a la que estamos maltratando hasta dejar exhausta. Según el diagnóstico generalizado, la Tierra no aguanta más, no tiene fuerzas, se está agotando y hay que tomar medidas urgentes para evitar que las consecuencias sean irreversibles. Estamos al límite.

Los científicos del mundo, los expertos en la materia han mostrado su preocupación por la destrucción de la capa de ozono que la mayoría no quiere creer, el cambio climático, la pérdida de masa boscosa, la extinción de ciertas especies y el crecimiento continuo de la población humana. Cuando se habla de cambio climático la gente se lo toma a broma. Que a mediados de noviembre estemos gozando de la temperatura y del sol que nos acompaña no es a lo que estábamos acostumbrados en este mes que empieza con Todos los Santos y termina con San Andrés. Eso no es otra cosa que producto del cambio climático.

La erupción de volcanes que permanecían apagados, la enorme cantidad de terremotos que se registran en todo el mundo, la pertinaz sequía, los huracanes y tifones que devastan todo cuanto pillan a su paso no son otra cosa que la manera que tiene la Tierra de mostrar su malestar, su enfado por lo mal que la estamos tratando entre todos. La falta de respeto a la Tierra da lugar a ciertos fenómenos indeseados que sólo provocan dolor y devastación. Hay que enseñar a los niños a amar y respetar a la Tierra como hay que amar y respetar a los progenitores, a nuestros mayores, al prójimo que encarnamos.

La mano del hombre es la que provoca los incendios que están dando al traste con los pulmones naturales de buena parte de las provincias españolas. Quemar un árbol es fácil, plantarlo y verlo crecer no lo es tanto. Se toman su tiempo, como los humanos, y la huella del fuego impide el avance de la naturaleza tan necesaria para la supervivencia del planeta y para nuestra propia supervivencia. Que la friolera de quince mil científicos de 184 países hayan advertido a la Humanidad del daño irreversible que está sufriendo la Tierra, puede darnos una idea de la preocupación existente entre la comunidad científica por un problema que no debiera serlo si fuéramos conscientes de lo que nos jugamos.

Apuntan los investigadores que la humanidad no ha logrado avanzar lo suficiente en la resolución de los desafíos medioambientales que están empeorando a pasos agigantados. La cosa no es como para tomársela a broma.