AForcadell, la presidenta del Parlament rebelde, el Tribunal Supremo, la deja en libertad condicional tras una noche de cárcel después de pagar los 150.000 euros de la prisión con fianza. Pese a la gravedad de los delitos imputados y a las reiteradas denuncias del Constitucional. Y lo mismo, los cinco aforados de la Mesa, que como ella aseguraron al juez que acataban el 155 y que la declaración de independencia había sido algo simbólico. Una broma, vamos. Ni lo uno ni lo otro se lo cree nadie, y todo el mundo sabe que estos golpistas volverán a incurrir en el separatismo y la desobediencia a las leyes en cuanto puedan, que probablemente sea a partir del 21 de diciembre. Pero en el Gobierno y en sus socios del 155, el respiro de tranquilidad se ha escuchado hasta en Zamora, y eso que a esas mismas horas la juez Carmen Lamela, independiente a cualquier presión ajena, volvía a denegar la libertad pedida por los abogados para Junqueras y los siete miembros del Govern encarcelados. En esta España diferente el ministro de Interior declara que los jueces han de tener en cuenta no solo la ley sino también el contexto y el entorno. Pues, entendido. Importa más la política que la justicia.

El día antes, la huelga salvaje en Cataluña fue considerada un fracaso por su escaso seguimiento y eso que los piquetes se emplearon a fondo en cortar carreteras, se ha denunciado que a veces ante la pasividad de los Mossos, la policía catalana, ahora dependiente de Interior. En las grandes fabricas se trabajó y el comercio, en general, abrió sus puertas. Podía parecer que la fiebre separatista no alcanza ya las cotas de ebullición anteriores cuando se decretó la intervención pero hay más huelgas y más protestas convocadas y presumiblemente la toma de la calle no solo no va a parar sino que irá a más según se vayan aproximando las elecciones. Pese - o precisamente por ello, como reacción - a sus cabecillas, los fugados, los traidores y los renegados. Ya se encarga el cobarde Puigdemont de calentar el ambiente desde Bruselas, donde se esconde tras su huida. El golpista pidió a los belgas y a los europeos todos que dejen claro si seguirán ayudando a Rajoy en su golpe de Estado - toma ya cinismo- y si aceptarían la independencia de Cataluña, para terminar la sarta de disparates, propios de un ser totalmente desquiciado, acusando a las autoridades españolas de maltratar a los encarcelados.

Que empieza a pensarse que puede que no estén demasiado en la cárcel - como desea la mayor parte de la sociedad para que les sirva de escarmiento en sus imposibles afanes - si se llega a confirmar la posibilidad de que el Tribunal Supremo reclame los sumarios de la juez Lamela para aunar todas las piezas con las de los aforados, en una especie de causa general o algo así. Los políticos preferirían que el 21-D los presos estén en libertad, primero por no erigir falsos mártires y segundo para evitar una mala imagen en el resto de los países. Habrá que ver lo que decide Bélgica el día 17, si manda a Puigdemont esposado o si le deja quedarse por allí. Su primer ministro ha declarado que su único interlocutor en este asunto es España. Pero de la vieja y depravada Europa más vale no fiarse.