La historia de España está viviendo uno de sus capítulos más tristes y amargos. No hay duda de que tras casi 40 años de derechos y libertades al amparo de una Constitución que entre todos se confeccionó y a todos unió, hemos asistido a un auténtico atentado contra el Estado de derecho y la pacífica convivencia en esa tierra tan querida como es Cataluña. Han sido muchos los capítulos y los hechos acaecidos en estos días que, con suma atención, hemos seguido todos los españoles. Desde la bochornosa aprobación de la Ley del Referéndum pasando por una consulta ilegal repleta de sinrazón y falta de rigor hasta llegar a una cobarde proclamación de una República catalana a la que, ni siquiera, apoya el 40 por ciento de los catalanes.

Entre tanto, emerge una figura. Diría yo más alto y más claro: La figura. El talante, el rigor, la mesura y la firmeza encarnadas en una persona llamada Mariano Rajoy. Al tiempo que el resto de partidos políticos han ido macerando sus posturas -algún partido tardó en darse cuenta de que el apoyo al Gobierno era el apoyo a España y al Estado de Derecho -el Partido Popular y Rajoy han hecho un ejercicio de responsabilidad reconocido por un amplio espectro de los españoles que aman su nación, aman a Cataluña y valoran a quién sin moverse un ápice de sus convicciones y de su sentido de Estado no se ha arrugado ante el desafío secesionista.

La impaciencia, la precipitación o la sobreactuación no van con este presidente del Gobierno. Ya lo vimos cuando en 2012 una gran mayoría de "expertos" económicos tiró la toalla y exigió al presidente del Gobierno que pidiera el rescate de nuestro país. Él se negó y dirigió una operación de recuperación económica que ha permitido que España haya pasado, en poco tiempo, de ser el enfermo de Europa al país que más crece y más empleo crea entre las grandes potencias del continente. Lo volvimos a ver cuándo, a pesar de haber ganado las elecciones generales en 2015 y 2016, algunos -Albert Rivera, entre ellos-intentaron poner a un perdedor al frente del Gobierno. Rajoy volvió a aguantar y volvió a ganar, logrando una investidura contra todo pronóstico. Después escuchamos reiteradamente que con 137 diputados era imposible gobernar. De eso hace un año en el que se ha aprobado un presupuesto, dos techos de gasto y se ha superado una moción de censura, presentada por Pablo Iglesias, que acabó siendo el gran derrotado en el debate con Mariano Rajoy.

Y ahora este reto contra la unidad, la igualdad y la Ley. No tengo ninguna duda de que la responsabilidad de defender los valores constitucionales, la convivencia y el Estado de Derecho necesitan perfiles como los de Mariano Rajoy que está logrando reconducir la normalidad en Cataluña para que el 21 de diciembre se produzca la verdadera exaltación de la democracia, que se ejemplifica en unas elecciones autonómicas legales, serias y con oportunidad para todos, no solo para unos pocos.

Mariano Rajoy y el Gobierno de España han cumplido su deber sin medidas apresuradas ni arriesgadas que pudieran convertirse en armas arrojadizas perjudiciales para todos los españoles. No podemos sentir más orgullo y admiración por cómo ha gestionado esta inédita crisis a la que, esperemos, le queden pocos episodios, toda vez que la justicia por su lado y la labor del Ejecutivo por el otro están cumpliendo su deber inquebrantable de defensa del orden constitucional. Mientras, seguiremos confiando en un presidente del Gobierno que ha demostrado que cuando se trata de jugar con España, no hay espacio para la más mínima concesión. Sólo firmeza y responsabilidad.

(*) Senadora y portavoz del PP en el Ayuntamiento de Zamora