A sabiendas de que no voy a ser original, no me resisto a comentarles que la independencia que han querido implantar en Cataluña es cualquier cosa menos democracia, más bien tiene el aire de los viejos fascismos dictatoriales y sátrapas. El retorcido lenguaje abarrotado de eslóganes construidos con mentiras y falsedades, su actitud farolera, desafiante y chulesca de matones de barrio, la represalia y marginación sin cortapisas de los que no están de acuerdo con sus ideas (los insultan llamándoles despectivamente españolistas) y el salto a la torera de las normas de convivencia, leyes y libertades democráticas de todos son las características de estos separatistas, que coinciden exactamente con aquellos regímenes tiránicos y totalitarios que vivieron en el siglo XX algunos países y entre ellos el nuestro. Lo mas lamentable es que Podemos, la actual tercera (?) fuerza política de España, les ha dado su apoyo y soporte; claro que no es de extrañar porque sus maneras y procedimientos en el fondo y forma también son absolutistas.

Cambiando de tema, quería apuntar que vivimos desde hace quince años una evolución constante e imparable en el sector financiero con la creación de productos sofisticados para los clientes, que se comercializan con técnicas de venta y marketing refinadas y aplicadas por gestores bien adiestrados y formados, a lo que hay que añadir la aplicación al negocio bancario de los más recientes avances tecnológicos, que permiten a los clientes operar sin visitar las oficinas y desenvolverse sin dinero en efectivo, sin olvidar el uso de novedosos métodos en el análisis de riesgos y en otras áreas de su actividad. Sin embargo, a la hora de la verdad, la banca sigue siendo lo de siempre: "algo de dinero y mucha confianza". Solamente hay que ver lo que ha ocurrido con el Popular y que ha estado a punto de repetirse recientemente con alguna otra entidad; es decir, como consecuencia de una deficiente gestión, su cotización en bolsa empezó a resentirse y flaquear y a ser pasto de especuladores, lo cual desembocó en una pérdida de confianza de los clientes materializada en una retirada masiva de sus depósitos provocando una crisis de liquidez que finalizó como ya conocen ustedes.

En conclusión, ha quedado patente que, por muchos avances tecnológicos, mucha regulación de las autoridades y mucha sofisticación en los productos y en la gestión, si se quiebra la confianza de los clientes, la entidad financiera más fuerte puede acabar volviéndose frágil y desaparecer. Espero que los banqueros actuales hayan aprendido la lección.