Qué es la fe? Creer algo que no hemos visto, sería la respuesta. Que, a su vez, podría sustituirse por creer lo que no hemos visto y no somos capaces de constatar su existencia, ni investigando, ni acudiendo a fuentes bien informadas (Como decían antes los que se movían en medios diplomáticos) Así pues, partiendo de esta definición, podría llegarse a tener fe en la existencia de los ornitorrincos, aunque no se haya ido nunca a Australia para comprobarlo, porque la National Geographic lo jura y perjura en sus revistas y publicaciones, y lo constata con unas excelentes fotografías. Pero, de la misma manera, no se tendría que tener fe en los políticos y funcionarios del Parlamento Europeo, ya que no se tienen muestras de su actividad, y aunque fuéramos a Estrasburgo o a Bruselas, a comprobarlo, no nos dejarían husmear en los babilónicos edificios donde pululan cuatro días por semana, almuerzan en restaurantes de lujo, a precios de barrio obrero; utilizan coches de gama alta; y disponen de billetes de avión, para pasar los fines de semana en casita, a coste cero.

De manera que, si aun ofreciéndosenos garantías como las de la National Geographic, aún nos quedaran dudas sobre la existencia de los ornitorrincos - más que nada porque lo de ser mamíferos y poner huevos se sale de toda lógica - tendríamos aún más dudas del comportamiento de nuestros representantes políticos en las instituciones públicas, ya sean éstas locales, regionales, nacionales o internacionales, porque los susodichos solo tienen en común con los ornitorrincos lo de ser mamíferos.

De ahí que cueste trabajo tener fe en los representantes del PSOE, en el ayuntamiento de Zamora, cuando afirman que, en estos momentos, impera en esa institución la "paralización de actividades"; porque, para creerlo, se necesitaría conocer a que actividades se refieren. Lo mismo sucede con los del PP cuando dicen que en la Casa de las Panaderas "no se tratan temas importantes"; porque tampoco llegan a decir ni cuáles, ni cuántos son esos temas. Y, de la misma manera, tampoco se puede aceptar, como artículo de fe, lo que dicen los regidores- de IU cuando, cuando responden a las acusaciones anteriores, diciendo que todo funciona "estupendamente"; porque no se sabe que debe entenderse por estupendamente. Así que nos encontramos con una falta de fe tremenda, tan profunda que se está dudando si acudir al Dalai Lama a pedirle consejo, o subirse a una columna, como la del anacoreta de "Simón del desierto", que llevó al cine el genial Luis Buñuel; o a un árbol, como el "Barón Rampante" que creara el escritor Italo Calvino en una espléndida novela. Y es que, en esas posiciones, de abstracción y contemplación, se piensa que se haría más llevadera la espera de señales divinas que ayuden a comprender mejor las cosas.

Aunque pensándolo mejor, lo de pasar la vida ajenos al mundo, ejerciendo de anacoreta, en el alto de un árbol o de una columna, no parece demasiado práctico, de ahí que a lo mejor cabe pensar en otras alternativas, más que nada porque subidos en esos tenderetes la gente no tendría cobertura en el móvil.

¡Con lo fácil que sería que contaran las cosas con claridad, para que llegaran a creérselas ellos mismos, y hacer posible que se las creyeran los demás! Pero claro, es que puede que prefirieran mantener a la gente en estado de hibernación, y en tal situación, no resulta necesario molestarse en ir a regar la huerta.

Lo cierto es que, aunque no lo parezca, hay gente que no le gusta que le congelen, ni tampoco dejarse llevar por el desaliento, porque, en el fondo, necesita conocer el porqué de las cosas, y ahondar en el lenguaje de las frases vacías que, aunque suenen bien, no por eso llegan a tener contenido.

También existen quienes, ante el acoso de lenguajes simples y pedestres, no descartan hacerse con un hábito, color azafrán, como el de los chicos del Hare Krishna, para acompañado de unos platillitos, simular estar en la inopia, formando parte del rebaño.

Es triste que ahora que parecía empezar a perfilarse un color amarillo chillón en el horizonte, no pueda saberse si se trata del plumaje de una oropéndola o de un vestido de Ágata Ruiz de la Prada. Lejos quedan aquellos tiempos en los que se querían cambiar las cosas, porque el que más y el que menos, ha tenido que acogerse a algún mantra para intentar liberar la mente.