Es una realidad inequívoca que todos nos debemos a los demás, que nuestra vida, nuestros emolumentos, etc., se justifican por el trabajo, por las tareas, por la predisposición, por la preparación profesional y humana, etc., que entreguemos a los destinatarios de nuestros quehaceres, es decir nuestros "clientes", o como dice el Sr. Roig, de Mercadona, a nuestros "jefes"; que esperan de los prestadores de los servicios, que demandan y necesitan para satisfacer sus deseos, sus problemas, etc., la óptima atención y solución a su problemática; pues para eso, en contraprestación, pagan por ello; y las empresas, consecuentemente, se crean, se mantienen, crecen, obtienen beneficios, crean empleo, pagan tributos, etc.

El trabajador en toda empresa es el "activo" más importante, pues es irreemplazable, en el sentido de que no hay dos iguales; y por lo tanto, las empresas si merecen tal nombre y sus directivos tienen al menos estudios primarios, lógica, sentido de la responsabilidad, mínima capacidad de reflexión, y quieren que la empresa subsista y, al ser posible, crezca; debieran procurar seleccionar con criterios objetivos y rigurosos, y teniendo en cuenta el perfil y lo que requiere el puesto de trabajo a dotar, al personal con más "talento", es decir que reúna las mejores características profesionales y humanas para, consecuentemente, rendir más, atender mejor a la clientela, etc., lo que redundará en mayores ingresos y mejores salarios.

Cuando el trabajo es cara al público; "front-office", que dirían los textos de marketing y dirección de empresas; más si cabe, los atributos personales de los empleados han de ser especialmente ponderados por el empresario, para evitar "espantar a la clientela", para que ésta se vea mínimamente atendida, para fidelizarla, es decir, para que vuelva a pasar por el establecimiento, para que comunique a otras personas la bondad de las atenciones recibidas en el establecimiento, bien a través del boca-oreja, o por las redes sociales, etc.

La educación, como en toda relación humana, es fundamental en el trabajador para que haya entendimiento y respeto con sus jefes, compañeros y clientes, y pueda cumplir, con una elemental pericia y sentido del deber, sus cometidos.

La hostelería y la restauración, por la estrichísima relación que suele surgir entre el camarero/a y el cliente, más si cabe, requiere de esos supuestos profesionales, una elemental formación, no solo para saber tomar nota de la comanda y llevar la bandeja, sino también de un exquisito respeto y consideración hacía aquella persona que a tenido la deferencia de pasar por el establecimiento que le paga, y gracias a lo cual tiene empleo y sueldo con el que vivir; y, especialmente, con los que son clientes habituales. Y, por mucha confianza, que con el tiempo se pudiera tener con la clientela; lo que obliga a un mejor trato y consideración, los camareros deben de evitar, y que tengan empatía y que piensen que ellos son también clientes de otros establecimientos; a tener manifestaciones groserisímas del tipo "vas a tu bola"; "son las tres de la tarde, y ya no sirvo comidas", y cuando haces una observación, la contestación es "si quieres no vuelvas", cuando lo normal es que las casas de comidas cierren a las dieciséis horas; que ocupes una mesa y después de quince minutos te digan que está reservada, sin aclarar si hay otra posibilidad de disponer otro puesto, etc.

Si deseamos un 10 en la economía y la empresa, atraer el turismo, general empleo, etc., tenemos que empezar educando a los trabajadores, especialmente a los que se dirigen a la clientela; pues, como el valor, saber llevar una bandeja lo sabe todo el mundo, y se aprende en un "plis plas", pero la educación, el conocimiento de idiomas, de psicología, de relaciones humanas, de historia, de turismo, de primeros auxilios, pues, por ejemplo, el cliente se puede poner indispuesto, marearse, y al menos que sepan que existe el 112, no que digan "pa mas c?", "que no saben que hacer", etc., son imprescindibles en los camareros/as, dependientes, y demás empleados, sobre todo en ciudades turísticas, donde los visitantes son de diversas nacionalidades, suelen preguntar por los sitios de interés y monumentales de la localidad, etc.

Una de las ventajas competitivas de cualquier negocio, es tener el mejor personal, el más preparado , el más educado, el más servicial, el más atento, etc. La grosería, la falta de respeto, de consideración, la toma de confianzas indebidas, la carencia de la más mínima profesionalidad, retrae a la clientela, al turismo, da una imagen pésima del establecimiento y de sus trabajadores, conllevando perdidas de negocios, de puestos de trabajo, de riqueza en suma; cuando hay muchas ciudades, cercanas, con una mayor riqueza histórica, monumental, gastronómica, universitaria, etc?que atraerán a los que en principio podrían haber estado , y gastado en otra.

Hay que procurar que los establecimientos de restauración procuren ser un "jardín" para que los clientes sean respetados y vuelvan, lo que exige educación y respeto, como el que querrán los que los regentan y sirven?de "cualquier manera".

Sancho de Moncada