Finales del verano en la Reserva de la Biosfera "Meseta Ibérica" (Zamora), en concreto, el domingo 17 de septiembre de 2017. "Pista de Linarejos", escenario natural y enclave conocido para la observación turística de fauna salvaje en la Sierra de la Culebra. Igualmente, el espacio está declarado Reserva Regional de Caza, figura de gestión preeminente e incompatible con el ecoturismo. 07:30 de la mañana, amanecer de inspiración mística, marco acostumbrado en esta remota región del noroeste de la península Ibérica. Coincidimos en el lugar más de 25 personas con la esperanza reflejada en nuestros rostros y pertrechados de "peligrosas armas" como son prismáticos, telescopios, alguna silla de camping y tentempiés que alivie al estómago en su protesta por el sacrificado madrugón, el objetivo: escuchar y ver a los ciervos en berrea, y con suerte, algún lobo ibérico, especies ambas de creciente interés turístico que generan cuantiosos beneficios económicos en el sector servicios de la comarca. Se escruta visualmente el paisaje con la emoción de contemplar algún portentoso y guerrero macho de ciervo custodiando su harén de hembras, o el trotar danzarín de un corzo por las turberas, o el ansiado discurrir ingrávido de un lobo entre el enmarañado matorral de brezos. El sereno, cordial y cálido ambiente se inunda de exclamaciones y agitación, murmullos y muchos giros al cabezal del trípode proyectando el telescopio. La mañana se presenta espléndida, la alegría se refleja en las animadas conversaciones, la actividad naturalista no defrauda.

Elena y Javier, con sus respectivas parejas, comienzan a dominar el escurridizo telescopio. Con soltura, sin apenas la asistencia de su guía local, localizan con satisfacción ciervos de todas las edades y dilatan la pupila en un esfuerzo por que no se les escape la ansiada silueta de un lobo. Han transcurrido cerca de dos horas, y ya olvidamos la inquietud generada por el Land Rover 4x4 verde oliva de la guardería de Celadores de Caza a toda velocidad por una pista cercana, o el patrullaje de otro vehículo del mismo cuerpo ocupado con cazadores por la zona de observación. Estamos centrados en localizar a un macho de ciervo, que no muy lejos, convierte en desgarrador su bramido ante el esfuerzo de transmitir su mensaje amoroso; pensamos que se encuentra al otro lado de una estrecha franja de pinos.

En un instante, cuatro estruendos correspondientes a disparos de rifle se expanden por el territorio como un siniestro manto, nuestra relajada musculación se tensa inexorablemente. Se contraen los gestos, la alegre atmósfera sonora se acalla en un silencio sepulcral, nos miramos atónitos y compungidos. Buscamos con el equipo óptico el lugar del desagradable suceso. Localizamos a un celador junto con dos cazadores rodeando un cuerpo del que despuntan soberbias cuernas. Se acercan dos personas más a pie desde la distancia previo abandono de un vehículo fuera de pista. Felicitaciones, júbilo y manos estrechándose, flashes que se disparan y poses que se suceden ante el aún caliente y sanguinolento cuerpo del que fue un galán entre gráciles y bellas pretendientes. En cambio, entre nosotros, buscamos consuelo en la empatía recíproca analizando el incidente mientras apreciamos que nuestra boca se reseca por momentos, respuesta fisiológica inequívoca por el disgusto. Pero aún quedaba por culminar el espectáculo. Un destello parte del aparatoso movimiento de corte que practica un Celador.

-"¡Le están cortando la cabeza! ", se oye exclamar.

-"¡Qué tamaño tendrá el cuchillo para verlo brillar! ", apostilla otro.

-"¡No me lo puedo creer! ", se escucha a la distancia.

Una cabeza sin cuerpo se observa desfilar a hombros del celador. El cuerpo descabezado será destinado a cebar lobos para continuar con la macabra y patológica afición de sesgar vidas por "deporte"; la cabeza, pasará a adornar algún suntuoso salón de propiedad acaudalada e inmersa en las exigencias de culto cinegético como pertenencia a tan distinguida clase social.