La proverbial frase "Pasas más hambre que un maestro de escuela", que todavía se usa, viene a recordar la desdichada situación económica por la que pasaron los maestros de enseñanza primaria durante el siglo XIX debido a su escasa retribución y la incertidumbre en la percepción de lo estipulado o pactado.

Históricamente, en aquellos tiempos los maestros componían una profesión marcada por la penuria económica. Un ejemplo de la precaria situación por la que pasaban aquellos profesionales de la enseñanza podemos verlo en el anuncio que publicaba el Boletín Oficial de la Provincia de Zamora, el martes, 3 de noviembre de 1835; de la lectura de la convocatoria se pueden hacer muchos comentarios sobre las condiciones de vida por las que pasaban los maestros: "Se halla vacante la escuela de primeras letras de la villa de Gema, su dotación consiste en 1.600 reales, la mitad pagados por los vecinos y la otra mitad por los padres de los niños.- Los aspirantes dirigirán sus memoriales al Ayuntamiento de dicha villa."

Queda al descubierto la escasa consideración social en que se tenía a los docentes, aunque encontrásemos comentarios como "la figura entrañable de los maestros". Otras veces, eran blanco de burlas y chirigotas, como decía este cantar popular que entonaba una murga gaditana: "El ministro de Fomento/ huy que portento/ dice que les va a pagar ¿será verdad?/ a los maestros de escuela ¡viva su abuela!/ toda la paga atrasá."

En consecuencia , los mezquinos sueldos y los retrasos en cobrar fueron causa de que los hombres prefirieran profesiones mejor remuneradas, dejando a las mujeres oportunidad para ejercer como maestras, lo que, desde la perspectiva social de hoy no se comprende, dada la igualdad de oportunidades para ambos sexos.

Fue el Conde de Romanones quien adoptó las medidas oportunas para que el pago a los maestros corriese a cargo del Estado, por Real Decreto de 26 de octubre y Ley Económica de 31 de diciembre de 1901, pasaron a depender del Presupuesto del Estado las atenciones de Primera Enseñanza, dejando de depender la cuestión económica de los municipios que tan frecuentemente se olvidaban de pagar, llegando a deber a los maestros años enteros.

Las reformas educativas de los años setenta trajeron consigo una mayor exigencia en favor de la calidad de la enseñanza, con una mayor participación de los padres de los alumnos en la vida de los centros docentes, con lo que ha ido creciendo el aprecio social hacia los profesores, que junto a científicos y médicos, son los grupos profesionales que mayor confianza suscitan entre los españoles.