No me considero miedoso, soy capaz de caminar por un callejón oscuro o de adentrarme en un bosque por la noche sin otro temor que evitar un tropiezo. Pero tener miedo es natural, compartimos esta emoción con muchos mamíferos. Mi perra Dori es una labrador muy espabilada y afectiva, además de miedosa. Ante una presencia extraña en el jardín, ladra alarmada y corre a esconderse detrás de alguien o de algo. Sin duda teme por su seguridad, el miedo la preserva y la supervivencia es lo primero. Cuando se da cuenta de que la amenaza es asequible, se envalentona, se le erizan los pelos del lomo y sus ladridos, entonces, son intimidatorios. Las personas enfrentamos este sentimiento innato de diferentes maneras, de modo más o menos consciente, pudiendo en casos extremos llegar al pánico y a la falta de control sobre la propia conducta.

Quiero detenerme en los miedos dentro del contexto social, referidos más a procesos racionales y de conciencia, que a lo meramente instintivo. Son los temores susceptibles de ser gestionados como personas que forman parte de un colectivo. Si nos fijamos en la Alemania nazi encontramos sobrados ejemplos del miedo y sus efectos en las personas y en los pueblos. También la España de Franco nos avergüenza por la utilización del miedo para controlar a las masas o para moldear a la población a su antojo. Durante más de cuarenta años fue el instrumento más eficaz para convertir a los españoles en siervos y una vez muerto el dictador se siguió advirtiendo de los terribles males que asolarían nuestro país de no votar al franquismo sociológico, entonces Alianza Popular y Unión del Centro Democrático.

Hoy enfrentamos un mundo muy complejo, supuestamente contamos con más información que nunca, eso debería aportarnos más claridad y discernimiento sobre qué nos conviene, pero ocurre lo contrario. Los medios de comunicación tradicionales, supongo que contagiados por las putrefactas informaciones que pululan por las redes sociales, nos confunden o tratan de manipular la información sobre cualquier asunto que afecte a los poderes económicos o políticos dominantes. La independencia de este fundamental servicio, el de informar verazmente de lo que pasa, se ha convertido en una quimera. Por eso llevo algún tiempo intentando acotar mis miedos, trato de discriminar el fundamento de los mismos, sé que puedo estar mal informado y que mis temores pueden ser infundados. Aún con esta prevención, encuentro razonable y hasta necesario, tener miedo de lo que está pasando a nuestro alrededor. Un miedo fruto de la atención y de la reflexión, de la información y contrastación de los hechos, que pretende avisar para prevenir, advertir para no insistir en el error. Se trata de unos "miedos valientes", que no inhiben la acción, sino que se enfrentan a la causa que los provoca. Es un miedo sano, como aquel instintivo, que no pretende sino la supervivencia de una vida que merezca la pena vivirse. Tengo miedo:

-A que la conservación de nuestro medio natural siga en segundo o tercer plano en la agenda de los poderosos. El calentamiento global pronto ocasionará catástrofes de irreversibles consecuencias.

-A la inmensa estupidez del dictador de Corea del Norte que unida a la estulticia de Trump, pueden llevar al mundo a un desastre sin precedentes.

-Al retroceso del cosmopolitismo; me apena profundamente que en muchos territorios del planeta se imponga el nacionalismo, la pretensión de imponer una identidad y una bandera, frente a un espíritu abierto, de "ciudadano del mundo" que se organiza en sociedades abiertas. Ver lo que está pasando en Cataluña me causa gran estupor y profunda pena. De ello son responsables tanto los independentistas catalanes como los nacionalistas españoles en el Gobierno.

-A que la tarea suprema de servicio público, la política, siga en manos de mentirosos y corruptos. No sólo en EEUU, Rusia o Venezuela, por aludir a un amplio espectro ideológico, sino en nuestro propio país. Es muy grave, más de lo que la ciudadanía española reconoce, lo que el PP está provocando en nuestras instituciones democráticas. Será muy difícil de reparar. La pertinaz mentira en la que se han instalado llega a extremos inauditos. Vean lo del rescate a la banca, aquel que no costaría dinero a los contribuyentes. Ya dice el Banco de España que más de cuarenta mil millones de euros. Ni el ministro de economía ni Soraya Sáenz de Santamaría han pedido perdón por sus mentiras.

-Por último, estoy alarmado porque algunos líderes religiosos, como el obispo de San Sebastián, se dirijan a sus fieles con mensajes tan faltos de respeto y tan peligrosos para la convivencia. Se atreve en su última pastoral a identificar a los radicales yihadistas violentos, con las personas que no creen en dios alguno. En su delirio ataca a Lennon por lo que expresa en su canción "Imagine", por defender un mundo sin religiones. Según monseñor Munilla, eso causó en el s. XX el exterminio de millones de personas. En fin, nada mejor para contestar a este auténtico radical y extremista, que la letra de la canción de los Beatles: "Imagina que no hay países, no es difícil hacerlo. Nada por lo que matar o morir, ni tampoco religión. Imagina a todo el mundo viviendo la vida en paz".