Emprendido el camino de que no hay nada como la propiedad privada, la Humanidad ha ido superando sus crisis hasta llegar al actual sistema de organización económica y social, que se conoce como capitalismo.

Este sistema considera que es el Capital (en manos de grandes empresarios o capitalistas) el que permite (mediante la inversión) crear riqueza y puestos de trabajo.

Siendo en este momento histórico el Señor Don Amancio Ortega (dueño de Inditex, o sea Zara, etc.) el más claro exponente de todo lo dicho.

Pues bien, aunque me encuentro entre los que refutan esta teoría (ver mi libro: "El Alegre Comunismo") no compete en estas líneas introducir esa discrepancia y si lo contrario.

Imaginemos entonces que en efecto, el Principio Básico del Capitalismo es cierto, es decir que es gracias al Capital a quien debemos nuestro bienestar (los que lo tenemos o los que vivimos en la Tierra del Bienestar hacia la que huyen los parias del planeta).

Pero entonces, si así es, el teorema a deducir es que los trabajadores (el pueblo) viven bien gracias a los ricos que han sabido invertir su capital, y encima ¡¡¡arriesgándolo!!.

Y eso con el sólo propósito (dicen sus epígonos) de crear riqueza, confort y puestos de trabajo; no necesitando ellos otro aliciente que el legítimo "ánimo de lucro".

Fenomenal! Resultando entonces que vivimos bien gracias a nuestros ricos contemporáneos.

Y ahora viene lo mejor, y sin duda irrefutable.

Gracias a los ricos de antaño se sigue creando riqueza (dinero) hogaño.

En efecto, hablamos del turismo.

Considerando que turista es aquel que decide gastarse el dinero que le sobra en viajar, se ha generado en el mundo un entramado económico de tal calibre, que para muchas naciones (ya no digo nada de localidades) se ha convertido en su monocultivo (método para obtener divisas o introducir dinero en el propio mercado).

¿Y cuál es el mayor atractivo del turismo (paisajes aparte)?

Pues la serie de cosas que decidieron hacer los poderosos y ricos de las distintas épocas pasadas.

Pirámides, rascacielos, arcos del triunfo, circos, catedrales, palacios, casas de lujo, castillos, mezquitas, templos, etc. etc. etc.

Llegándose pues a la conclusión de que si le debemos todo a los ricos de ahora y a los de antes, más nos valdría reconocer nuestra insignificancia y ponernos, voluntariamente, a sus órdenes, en vez de llevarles continuamente la contraria reclamando más salarios, más impuestos, mas pensiones, más derechos.

Si es verdad que los ricos tiene razón el único derecho que debemos exigir es el de que se comprenda que si les damos las gracias no es por pitorreo, y si por un noble sentimiento de agradecimiento.

Pudiendo ser que incluso cuando los ricos de un país han declarado la guerra contra los ricos de otro país (caso de todas las guerras) haya sido por nuestro bien, como demuestran las conquistas acumuladas y su valor artístico.