Eso es lo más fino que puede decirse de quienes han causado los sangrientos atentados terroristas en Cataluña. No quiero ni pensar el gran número de muertes que hubieran podido ocasionar estos desalmados de haber tenido éxito la bomba gigantesca que ellos mismos bautizaban como "la madre de Satán". No ha podido ser otro que el mismo diablo quien inspire estas frecuentes planificaciones asesinas, alentadas por algunos imanes que prometen un paraíso con no sé cuántas docenas de vírgenes como trofeo para quienes sigan liquidando "infieles". El mismo infierno será la única recompensa que espere a todos estos terroristas no arrepentidos de sus matanzas por Europa y otros lugares del mundo.

Recuerdo a un conocido arzobispo español alertando, no hace mucho tiempo, de la cizaña que podría esconderse en los refugiados masivamente acogidos. La prensa se rasgaba las vestiduras poniendo a caer de un burro al mitrado, a quien el tiempo dio la razón, tal y como tristemente se probó en Alemania y otros países. Tampoco fueron aplaudidos esos otros musulmanes convertidos al cristianismo (como Patrick Sookhdeo) acusados de islamófobos cuando ya a finales de los años 80 advertían de que el enfoque multicultural era un fracaso a juzgar por los estudios y sondeos realizados entre los jóvenes musulmanes en Europa: apenas la mitad de ellos piensan que deba hacerse algo contra el fundamentalismo islámico. Tanto "pacto de civilizaciones" y tanta "apuesta por el multiculturalismo" que casi lo único que se ha conseguido es la formación de peligrosos guetos étnicos dentro de nuestras ciudades. Cualquier musulmán sincero reconoce que nunca podrá abrazar nuestra cultura occidental porque, de hacerlo, sería tanto como contradecir su propia fe. De ahí que, por ejemplo, estén instituyendo sus propios tribunales islámicos en nuestra sociedad por la no aceptación de nuestros tribunales de justicia. Que no nos engañen esos dos puñados de musulmanes que esta semana escenificaban lamentos en TV, mostrando dos pancartas cutres y tres lágrimas de cocodrilo, para hacernos creer lo que para ellos es comulgar con ruedas de molino.

Presenciamos unos gobiernos desnortados, que han renegado de nuestras raíces judeocristianas pero que son esclavos del Islam; acobardados por lo políticamente correcto; atrincherados en el puro materialismo, hasta el punto de seguir alimentando a quienes, de hecho, han declarado una tercera guerra mundial "encubierta". ¿Cuántas más muertes, velas, ofrendas florales y muestras de repulsa hacen falta para que nuestros mandatarios, a nivel mundial, arranquen de raíz el terrorismo islámico?