Hay en los pueblos zamoranos personas que, como los ancianos africanos ensalzados por el etnólogo maliense Amadou Ampâté Bâ, son los cronistas del grupo al que pertenecen. No alardean de ello, pero estas personas llevan en la faltriquera de su memoria sagas familiares, fechas memorables, cantares, noviazgos, casorios, desamores, proezas y motes de sus paisanos vivos y difuntos.

Ampâté Bâ acuñó la frase: "Cuando se muere un anciano en África es como si se quemara una biblioteca". También en Castilla, y particularmente en Zamora, los ancianos han sido hasta hace poco depositarios de un saber popular que se va diluyendo con el paso del tiempo, pero cooperaron a divulgar costumbres y enriquecieron léxicos recopilados por filólogos y etnógrafos. Sobre todo, las mujeres. Doy fe de ello, porque algunas mujeres pajaresas que eran octogenarias, como Cipriana Turiño y mi madre Baudilia Calvo, fueron notables colaboradoras cuando acometí la ímproba y grata tarea de recoger palabras y expresiones coloquiales en Pajares de la Lampreana y en la Tierra del Pan.

Hay actualmente en Pajares dos mujeres viudas con extraordinarias dotes para recordar el pasado. Una de ellas se llama Pepa Miguel y la otra Adelina Salvador. Pepa tiene 84 años y lo mismo recita de un tirón la letanía lauretana, que invocaciones a San Antonio de Padua, ramos y candelas a la Virgen del Templo y antífonas escuchadas en Radio María. Encadena parentelas y genealogías familiares como si las leyera en el registro municipal y alude con minucioso detalle a antiguos motes tan expresivos y audaces como "Cornetín", "Culoseco", "Pataliso", "Tranchavigas" y "Perrachica".

Le viene de casta. No hablé nunca con su madre Concepción, que murió en 2004 con 101 años, pero me comentan algunas mujeres pajaresas que acumulaba en su cabeza tantos datos como una enciclopedia. A Pepa no le va a la zaga su hermano Jesús, quien, además, convierte las cargas de tierra en hectáreas, fanegas, ochavas y celemines con una rapidez y una exactitud sorprendente; lo mismo si son medidas de superficie que de capacidad.

Adelina tiene 74 años. Cuando en 1994 enviudó con 51 años, empezó a anotar en hojas anilladas -con año, día y hora- todos los acontecimientos relevantes del pueblo: nacimientos, muertes, casamientos, compra y venta de casas y sucesos varios. Tiene anotaciones precisas y puntuales sobre todo lo que ha acontecido en el pueblo en los últimos veintitrés años. Por ella me entero que actualmente residen en Pajares 331 personas (el censo de 2016 recoge 365), hay 43 viudas y 12 viudos, que 12 personas viven en residencias, que la mujer más anciana cumplirá en noviembre 1001 años, que hay 36 consagrados entre curas, frailes y religiosas, que en lo que va de año han fallecido 8 personas y que se venden 14 casas.

Adelina es "la Herminio Ramos" de Pajares de la Lampreana con un plus añadido, que puede parecer extraño o increíble: posee dotes premonitorias o presentimientos de lo desconocido o de lo que puede sobrevenir. Me asegura que se le representaron en la mente dos hechos: el lugar exacto donde murió un perro que se daba por perdido y el accidente del camión de un hijo a cientos de kilómetros; para que el hijo no sufriera una desgracia, fue a la ermita de la Virgen del Templo, rezó e hizo una ofrenda. El accidente se produjo, pero el hijo no sufrió ningún daño.

A Pepa le basta con hurgar en la memoria. Es una mujer humilde y dicharachera. Vive sola y solo discute con un perro que le hace compañía; le restriega el mandil con las patas cuando ella coge un cubo y lo llena de agua para regar las plantas de su calle, muy cerca del lugar donde hubo antaño dos grandes pilones que servían de abrevadero para vacas, burros, mulas y caballos de labor. Actualmente hay allí una de las pocas fuentes de Pajares. Adelina sigue anotando en sus hojas anilladas los acontecimientos del pasado más reciente en Pajares de la Lampreana. Ha acumulado méritos suficientes para ser nombrada cronista oficial de la villa.