Aquienes los caminos de la vida nos han llevado lejos de donde nacimos, siempre nos agrada encontrar motivos, a pesar de la distancia, para volver a encontrarnos con la gente y la tierra de nuestras raíces. No hace falta explicar demasiado; todo el mundo sabe de lo que hablo y sobre todo quienes han tenido que buscarse la vida lejos de donde consta que nos la dieron biológica y espiritualmente. Es por eso que "volver" es un verbo con un tic reiterativo en la piel del sentimiento. Uno de estos regresos, añadidos a los que impone la fuerza de la sangre para estar con la familia, ha sido la celebración del aniversario de quintos. Es lo que, como en muchos pueblos se viene haciendo, ha tenido lugar en mi caso como integrante de la quinta del 52 de Villarrín de Campos.

En esa amplia raya cronológica que divide por la mitad el siglo XX, tuvo lugar en España el comienzo de una transformación que, mirando atrás, vemos con estupor los que fuimos niños en ese arranque de la mitad del pasado siglo. España salía a duras penas del trauma de la guerra civil y llegamos nosotros; ya había vacunas y pan para llenar la barriga, cuando poco antes ni eso. Los pueblos se llenaron de niños hasta que el campo dejó de ser punto de partida y meta al mismo tiempo como en la época de nuestros abuelos. Muchos de aquellos niños se fueron del pueblo antes de ser mozos. No deja de ser paradójico que nuestra quinta se reúna ahora cuando en el tiempo que tocaba estrenarse no lo hiciéramos por causa de la diáspora nombrada. Todos, sin embargo, tenemos el recuerdo de aquella bonita tradición que vimos de niños y nosotros no pudimos secundar a su tiempo. Esto de irse parece que no para y a ello se añade el descenso de la natalidad. En los días de estancia por mi tierra leo en La Opinión referencias a ese bonito proyecto "Zamora 10". Hay ideas muy atrayentes por acertadas y necesarias pero me gustaría verlo puesto a andar. La despoblación, el descenso de la natalidad, la salida de la provincia en busca de empleo, el declive del campo... son suficientes alarmas que hace tiempo vienen sonando y parece que a pocos les despiertan o quitan el sueño. Me gustaría que proyectos como "Zamora 10" hubiese muchos pero también que nos concienciemos que se necesita arrimar el hombro de todos. No vendría mal que alguna vez nos hiciésemos el valiente y conocido reto de Kennedy: "No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país". Zamora está padeciendo un "cerco" más de los muchos que en su avatar histórico hubo de sufrir. En la actualidad es el cerco del vacío, de la falta de perspectivas e ilusiones en terreno propio. Siempre supimos salir de las apreturas y ataques del enemigo; ahora el enemigo no tiene rostro ni armadura, ataca en silencio y en silencio aguantamos. Así no hay manera de vencer. Llevamos mucho tiempo aguardando a que nos traigan industrias, que nos lleguen ayudas... Necesarias son, pero es preciso un cambio de estrategia que movilice la ciudadanía dándole la oportunidad para que desde todos los sectores y edades podamos aportar algo. Toca a los responsables de las instituciones sociales, políticas, religiosas, culturales, económicas...dar un paso al frente hacia un encuentro de compromiso colectivo por la región, dejando a parte intereses corporativos, y ofrecer tarea organizada para todos. En este "mar de Castilla", del que somos parte, tantas veces cantado por los poetas, hay un barco varado que lleva tiempo emitiendo un S.O.S. ; nadie parece localizar la llamada, pero como toda embarcación lleva un nombre rotulado y bien visible: Zamora. Llevamos tiempo aguardando a que nos socorran, a que suba la marea para seguir a flote. Hemos encallado; es hora de bajar del barco y entre todos empujarlo a seguir navegando.

Con mozos empiezo y con quintas y quintos acabo, transcribiendo una bella tonada sanabresa que dice así: "Ya se van los quintos, madre,/ ya se va mi corazón,/ ya se va quien me ponía flores en mi balcón".