De este año no pasa volver a Barcelona, Pablo. Porque ya va siendo hora de que te dé el regalo de cumpleaños pendiente, ¡que ya son años! Y porque al final las bromas y risas de que a este paso íbamos a tener que ir con pasaporte o visado diplomático, se han transformado en la obligación moral de recorrer las Ramblas para demostrar que "no tinc por". Y si lo tenemos nos lo guardamos como tantas veces para salir a la calle contra la barbarie y contra la injusticia, con el desconcierto en el cerebro y el corazón en vilo.

La última vez que estuve en las Ramblas les compré a mis hermanos una chapa del Real Madrid, cuyo único valor era precisamente que se vendiera en pleno corazón de la capital de esa Cataluña que nos dicen que es excluyente e independentista y del Barça. Pero que no le impide tener chapas de todos los equipos de España y del extranjero, porque si una calle es cosmopolita en esta nuestra España entera son las Ramblas de Barcelona.

Lo confirman estos tristes días los datos de las personas muertas o heridas en el injusto y sin sentido atropello, que son de al menos 35 nacionalidades: española, alemana, argelina, argentina, australiana, austriaca, belga, marroquí, canadiense, china, colombiana, cubana, ecuatoriana, egipcia, estadounidense, filipina, francesa, británica, griega, holandesa, taiwanesa, hondureña, rumana, húngara, irlandesa, italiana, kuwaití, macedonia, mauritana, paquistaní, peruana, dominicana, turca y venezolana. Sí, también de Argel, de Kuwait, de Pakistán? de Marruecos. Y de Venezuela, que esta vez no va a servir de disculpa para nada ni para nadie.

Porque los muertos son del pueblo, de la gente que pasea por las Ramblas sintiéndose como en casa, ajena a la geopolítica que alienta el fanatismo que mata a inocentes de treinta y cinco nacionalidades, otros tantos o más Estados y bastantes religiones. De ese pueblo que salió, unido, al día siguiente, para demostrar una vez más que el pueblo unido jamás será vencido. O que "el poble unit mai serà vençut."

Como alcalde, Guarido añadía al día siguiente a la palabra "solidaridad" de la ciudad de Zamora con Barcelona -que es habitual que dijera porque él es de principios y ademanes austeros- la cercana y cálida y fuerte palabra "abrazo". Y desde la Plaza mayor, los zamoranos abrazamos a los barceloneses y a los ciudadanos de las treinta y cinco nacionalidades que paseaban por las Ramblas. Y al pueblo unido en la desgracia que olvida su nacionalidad para ser nada más y nada menos que humano. Y porque somos humanos, ninguna humanidad nos es ajena.

"Yo pisaré las calles nuevamente", como cantaba la Nueva Trova Cubana refiriéndose a la ciudad de Santiago tras el también sangriento golpe militar de Pinochet contra Allende y la democracia en Chile. Pero pisaré las Ramblas de Canaletes, de las flores, de los pájaros, de los libros, de Capuchinos y de Santa Mónica.

La última vez que pisé las Ramblas fue con Paco, con Claudia y con Violeta? y con miles de personas de miles de nacionalidades como las que hace unos días fueron atropelladas contra los quioscos de flores y pájaros y libros y chapas del Real Madrid también. Era "la calle más alegre el mundo", como la llamó Federico García Lorca, porque estábamos todos, también Violeta, juntos.

Porque Barcelona, como Santiago de Chile, como Cambrils, como París, como Niza, como Nueva York... y como todas las ciudades árabes que están siendo arrasadas por guerras y bombardeos que los gobiernos de las naciones permiten o alientan, son del pueblo que las pasea, de los pájaros y las flores y los libros? y los mercados y los bares.

Por eso tenemos que volver a Barcelona para pisar las calles nuevamente, de la que fue la Rambla ensangrentada. Y en una de las Ramblas liberada "me detendré a llorar por los ausentes."

Por eso de este año no pasa. Ni del siguiente. Porque aunque nos pidan visado o pasaporte: "Retornarán los libros, las canciones, que quemaron las manos asesinas. Renacerá mi pueblo de su ruina y pagarán su culpa los traidores". O sea, las Ramblas seguirán siendo nuestras.