Hemos llorado la separación de Domingo, que no su muerte. Como decía el jesuita y Siervo de Dios Padre Tomás Morales, "la muerte no existe para un cristiano, es el principio de la Vida". Domingo vivía preparado para ese momento definitivo, y se preparó, también con proximidad, mediante la recepción de los sacramentos.

Nos parece, Domingo, que te marchaste sin pasar por la ancianidad. La Biblia nos dice, en el libro de la Sabiduría, que "l a ancianidad venerable no se mide por el número de años; la verdadera canicie para el hombre es la prudencia, y la edad provecta, una vida inmaculada".

Nuestro hermano Domingo alcanzó la edad provecta, la madurez de los años, con una vida limpia, que la supo llenar de mucho positivo, de detalles de amor con su esposa e hijas; de encuentros de amistad sana, de devocióny cariño al Corazón de Jesús, del que era muy devoto y cofrade en su pueblo natal de Torres del Carrizal. Recuerdo el día del Señor el Corpus Christi, cuando a él le tocó ser Mayordomo.

¡Qué feliz se le veía con su varal...! Para Domingo, el Corazón de Jesús era motivo de gozo profundo. Celebramos la Fiesta con el vino de la alegría y una comida abundante, gustosa y fraternal.

Ahora, Domingo, ya has entrado en la Fiesta eterna que prepara el Corazón de Jesús para todos los que esperan en su Misericordia, misericordia infinita que no rechaza al pecador (lo somos todos) ni se cansa de perdonar (como subraya el Papa Francisco, "somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón").

Domingo era hombre de paz, y ya ha entrado en al Paz del Señor, que inunda el alma. Gracias, Señor, por la vida de Domingo, que no hacía distingos entre hermanos de sangre y hermanos de ley o políticos, ese vínculo que se adquiere por el sacramento del matrimonio, reconocido, también, civilmente. Domingo, amigo de tus amigos, tú tenías muchos, porque todos intuían, en ti, al hombre bueno que eras; abierto y pacífico, que sabía querer y se hacía querer.

¿Recuerdas, Domingo, el día de tu accidente mientras venías de Madrid, hace ya muchos años? Entonces, todavía no estabas maduro para encontrarte con el Señor de la Vida y de la Historia. Cuando tu hija Isabel lo contaba, se ponían los pelos de punta: el coche, para el desguace, y a ti y a tu mujer no os pasó nada grave. Los cristales, lo inundaban todo; ni un centímetro libre; pero tu estampa del Corazón de Jesús se veía intacta, ni un pequeño cristal encima. Entendió Isabel - yo, también- que se trataba de un signo de la protección del Corazón de Jesús. Domingo no ha muerto. Domingo está vivo, y sólo nos pide oraciones.

Como dice el Evangelio, "Dios no es Dios de muertos sino de vivos, porque todos viven para él". Domingo se ha adelantado, y nos espera. Tú fuiste un "biennacido". Hace dos o tres días, te dirigiste, así, a tu mujer: "Me gustaría pasar ésta para agradecerte lo mucho que haces por mí", Ahora, ya sabes que entre esta vida y la otra, en la que tienes tu morada, sólo hay una línea indeleble. Desde la Eternidad, puedes ayudar mucho a tu esposa, protegerla y rezar por ella, y ella por ti.

Domingo, hasta luego, hasta pronto, porque la vida, aún la más larga, es siempre corta. Descansa en paz y ora por nosotros, para que también sepamos prepararnos para nuestro momento definitivo.

Pepita Romo