Ya no sorprende que de la amenaza de acciones militares lanzada por Trump a Maduro se entere el Pentágono al mismo tiempo que los lectores de sus tuits. Al inquilino de la Casa Blanca le gusta ir por libre, incluso en exabruptos de esta dimensión. Pero no son menos dispararatados los puntos que trascienden del proyecto de la nueva constitución venezolana que, en palabras de Maduro, ha de "perfeccionar la de Chavez". El discípulo enmienda al maestro con el esquema de una dictadura comunista, justamente cuando se cumple un siglo de la primera, la rusa instaurada por Lenin y "perfeccionada" por Stalin y sucesores, hasta que el exceso de perfección la desintegró hace casi treinta años. La plenipotenciaria asamblea constituyente, formada por más de quinientos robots espléndidamente pagados en un país en ruinas, hará lo que mande el "jefe", como él se autodenomina.

El es "el jefe de Venezuela", le dice al del norte para que no se confunda con su invitación al diálogo telefónico y presencial en Nueva York durante la próxima asamblea general de la ONU, un foro que ha testado paso a paso el descafeinamiento del imaginario verbal del viejo comunismo. Con excepción de Cuba, donde el castrismo tiene fecha de caducidad después de durar demasiado, ni Bolivia, ni Ecuador, ni Uruguay, ni Nicaragua, teóricos afines al chavismo, recogen en sus constituciones preceptos como los recitados por la portavoz de los constituyentes venezolanos. Reflejan un ideario demencial, rechazado por la gran mayoría de las repúblicas sudamericanas. Su tiempo es pretérito y sus objetivos suicidas.

En el supuesto de que ese proyecto llegara a regir la política de Venezuela, ¿cual sería la posición de Podemos y de Izquierda Unida? Es una incógnita genuinamente española, sumada a la solidaridad con el pueblo venezolano y al deseo de racionalidad en las relaciones entre estados. La resistencia morada a cuestionar el chavismo clásico ¿será igual con el perfeccionado? En la conciencia de que la democracia necesita de todas las opciones ideológicas, con la única excepción de los extremismos, es realista pensar que Unidos Podemos puede integrarse algún día en un gobierno de izquierda por efecto natural de la rotación democrática. Pero respetar y justificar el golpe de estado de Maduro tan solo engendraría más dudas y sospechas, como está ocurriendo con la estrategia desestabilizadora de la turismofobia. Las técnicas de la agitación callejera no tienen secretos: están en todos los manuales.