según cuenta don Ursicino Álvarez, en su Historia General de la Provincia de Zamora, vagaba por la Lusitania, seguido de un puñado de compañeros un pastor que, en cuanto encontraba la ocasión, causaba graves daños a los ejércitos romanos con asaltos por sorpresa cortándoles los caminos, causando bajas en caballerías y hombres. Este guerrillero independiente, que luchaba en defensa de su país, era Viriato que por su forma de guerrear y por los grandes estragos que causaba al enemigo, preocupaba a los romanos que, al principio lo calificaban como bandolero ejercitado en el robo, luego comprobaron que era un guerrillero al que había que temer.

El pastor Viriato andaba por la Lusitania y por los límites de la Bética capitaneando un pequeño grupo de gentes que crecía progresivamente hasta juntar más de diez mil hombres.

Con este ejército, Viriato se determinó a plantear batalla en cuantos pueblos dominaban los romanos, dirigiéndose con sus gentes hacia las bocas del Guadiana- El pretor Galva regresó a Roma y vino en su sustitución a la España Ulterior Marco Vetilio, quién lanzó a sus legiones contra el caudillo lusitano que ya estaba dando mucho que pensar a Roma.

Corría el año 148 antes de la era cristiana, cuando los de Viriato se dirigieron a la ciudad de Tríbola, donde preparó una emboscada consiguiendo matar a cinco mil romanos y el propio cónsul Vetilio perdió la vida en la contienda. Vino el pretor Cayo Plaucio en sustitución del fenecido Vetilio con nuevos ejércitos saliendo al paso de Viriato en la Turdetania. En cuanto los tuvo a la vista el guerrillero, fingió una rápida fuga, pero volviendo sobre los perseguidores, los de Viriato lograron pasar a cuchillo a cuatro mil romanos. En la batalla de Ubrique, murió a consecuencia de las heridas el pretor Claudio Unimano , al que reemplazó Cayo Negidio, el cual fue igualmente vencido en los campos de Viseo. Quinto Fabio Emiliano llegó con un ejército de 14.000 hombres y dos mil caballos que trajo de Roma, presentando batalla al lusitano que fue vencido y puesto en fuga.

Tras sucesivas batallas y victorias de Viriato y sus hombres, el Senado de Roma envió a España a Quinto Servilio Cepión con instrucciones de deshacerse a toda costa de Viriato.

Deseoso y necesitado de paz Viriato, por llevar ya cerca de diez años de incesante lucha, y desconfiando a la vez de algunos de sus compañeros, decidió enviar a tres emisarios proponiendo la paz. Los capitanes Aulaco, Ditalco y Minivo fueron a negociar y el cónsul los llenó de dádivas y ofrecimientos, proponiéndoles que asesinaran a Viriato y que serían premiados por tan importante servicio. Aceptada la proposición, regresaron al campamento diciendo que se había aceptado la paz, y hallándose durmiendo en la tienda el caudillo lusitano, le dieron de puñaladas dejándole muerto sobre el propio lecho.

Los asesinos huyeron a Roma a percibir el premio ofrecido, pero se dice que el Senado y el pueblo romano respondieron que no pagaban a traidores.