Algunos jóvenes de Pajares de la Lampreana están ya aseando y acicalando las peñas para que estén a punto, libres de telarañas y de otros inquilinos que vivaquean entre el polvo, cuando se celebre la próxima Semana Cultural, que este año alcanzará su trigésima cuarta edición. Unas treinta peñas, que tienen su apogeo en las fiestas patronales de la Virgen del Templo, agruparán a jóvenes que viven habitualmente en el pueblo y a otros que van a Pajares a pasar varios días de vacaciones; estos son hijos y nietos de pajareses y tienen una gran querencia a un pueblo acogedor, en el que nadie se siente forastero, y mucho menos los que tienen allí raíces. Gracias a ellos, en verano Pajares de la Lampreana, que padece una progresiva despoblación, se repuebla de una manera natural y amena.

Estas peñas surgieron de forma organizada al socaire de la Semana Cultural, inaugurada en julio de 1983 por varios jóvenes entusiastas como Fonso, Gilbert, Manolita y Asun. Les eché una mano en lo que pude, pero les animé a que fueran ellos, algunos residentes entonces en Pajares, el alma de una Semana genuinamente popular. Desde entonces se han realizado a finales de agosto varias representaciones teatrales, bailes, juegos tradicionales como la calva y exposiciones de arte y artesanía, carreras de sacos y juegos de pelota. En los últimos años las actividades se han volcado en los chicos y chicas de entre 10 y 15 años.

Todos los años se organizan desfiles de peñas con ingenio y jolgorio juvenil. Hay una peña especialmente activa; se llama UTRESP (Unión de Tres Peñas). Hace pocos días participé con muchos de sus miembros en una boda celebrada en Legazpi (Guipúzcoa), un pueblo de unos 7.000 habitantes, a donde fueron a trabajar algunos pajareses -entre ellos tres de mis hermanos- en la fundición de Patricio Echeverría, famosa por sus magníficos aceros con la marca de la Bellota. Varios de ellos alquilaron una casa rural. Entre todos hicieron un original regalo de boda a los novios Óscar y Nerea, dos de sus socios: un arcón que llevaba dentro el tesoro de un juego de la calva con tres marros de hierro niquelado y soldado, acompañado de una lima. Los marros estaban huecos y dentro los amigos de la peña habían colocado su colaboración dineraria.

El año pasado entregaron en otra boda, celebrada en Getxo (Vizcaya), un arcón similar, pero en esta ocasión llevaba dentro una especie de ramo realizado con pajitas de varios colores, en cuyo interior habían introducido billetes de 5, 10, 20 y 50 euros.

La peña UTRESP está formada por jóvenes residentes en el pueblo y en varias ciudades españolas por razones laborales. La integran solteros y casados. Algunos son albañiles de profesión y otros técnicos industriales, pequeños empresarios, licenciados y hasta doctorados. No es solo una peña agrupada, sino también igualitaria en su diversidad; pero sobre todo un puñado de amigos a quienes les une el vínculo de su nacencia.

Este talante festivo e ingenioso es un ejemplo del carácter alegre de los jóvenes pajareses, que manifestaron también con espontaneidad en estas bodas celebradas en el País Vasco.

Una de las características de UTRESP y de otras peñas pajaresas es que están abiertas a quien pasa por allí, sea o no del pueblo, y desee tomar un trago y una pinchada de lo que haya. Es un gesto habitual de camaradería, compañerismo y buen rollo. Estas tradiciones en los pueblos no resolverán el problema de la despoblación, pero mantendrán un espíritu de arraigada solidaridad popular, que es un valor en alza en Pajares de la Lampreana.