VVisitaba a una pareja de mayores, como ahora se dice, que han pasado los ochenta. Y el señor mayor con una cabeza lúcida, mirada cordial y penetrante , inclinado sobre la mesa camilla, leía y leía. ¿Qué leía? La Opinión-El Correo de Zamora, el cordón umbilical con la provincia y su vida, sus gentes, fiestas y sucesos, sus opiniones de los pensadores. Y leían con gozo, alegría, provecho. Escuché a médicos que a aquellos que leen la prensa van menos a las consultas. Su mente se mantiene más viva y su tiempo se les hace más corto. No se aburren, ni piensan en sus posibles o imaginarias dolencias. Ni tienen que buscar tertulia y conversación en la consulta previa. La compañía la encuentran ya muy mañanera en las páginas de la Opinión. Y la letra impresa, frente a la escuchada o vista en otros medios les permite pensar, reflexionar, comparar, formarse una opinión, mover los dedos para pasar página. Estamos en tiempos en los que muchos ayuntamientos muy loablemente organizan actividades para los más pequeños, universidades o campus de verano. Durante horas dejan en paz los abuelos y los pequeños se van al aula cultural para entretenerse, aprender algo, socializarse. Y está muy bien. Pero debemos pensar en los mayores, también en los mayores. Los gobiernos crearon programas prensa- escuela para enseñar a los niños a usar, leer, practicar con la información de actualidad impresa. Y ha dado sus frutos. Nuestros mayores también precisan que se les organicen cursos, talleres de formación para que en sus tiempos de ocio, que tienen muchos, recurran como el amigo que siempre espera al periódico y le permita entrar en diálogo con la sociedad. Sé que dentro de unos días este señor mayor, que cada día le vemos en su silla dirigirse al comedor social que funciona en la residencia para compartir mantel y buena comida con otros que han decidido hacer lo mismo , me dirá cariñosamente, este Donaciano todo lo escribe. Hombre amigo y sabio todo, todo, no. Lo malo no. Y cuando escribe lo hace para ensalzar la virtud y aminorar el vicio. Andrés Mateos , que así se llama mi visitado y su paciente esposa María , esperan cada día en su cuartito de estar la Opinión para ponerse al día y hablar con el periódico que nos les riñe. Su habilidad le lleva a ser un curandero afamado, efectivo. Delante de su casa vemos con frecuencia coches de todas partes y ahora hasta una flor que no se sabe cómo sale por un tubo, que vienen a buscar de remedio a sus dolencias. Y él con sus saberes, habilidades y sapiencia, la mayor parte de las veces le encuentra. Y si fuera poco, sigue presidiendo la asociación jubilados, organizando excursiones, a las que ya no puede ir, jugando algún tute perrero, tomándose su cafelito en la taberna, pero sobre todo leyendo a diario el periódico .Pienso en él y en tantos cientos, miles, silenciosos y tranquilos mayores, sacrificados antiguos labradores, señores se sus casas y haciendas, quienes podrían tener muchos ratos fe felicidad, cultura, entretenimiento, si cada maña recibieran de la cartera o cartero el diario fresco, con la información del día. Pero a veces su pequeña pensión no da como para dedicar la paga del mes a pagar la suscripción del año ¿quién puede y quiere hacer algo? ¿Los hijos, la Diputación, los ayuntamientos, los bancos, el propio periódico?. Algo se puede hacer y además rentable. Organizar talleres de lectura para explicar las bondades de recibir cada mañana la Opinión en casa, sería lo primero, útil y con pocos costes.