La calle, sí, es la que sabe, la gente de la calle, esa que llega a fin de mes con dificultades, que reniega de la clase política española, que cree que todos los políticos son iguales, que se indigna ante la corrupción y que dice que hay que meter en la cárcel a todos hasta que no devuelvan lo que robaron, que se sienta vapuleada de uno a otro lado por el odio, el revanchismo y los enfrentamientos de las dos Españas, y que llegadas las elecciones o no vota o lo hace al menos malo, aun tapándose las narices ante el hedor que desprenden los partidos tanto de derechas como de izquierdas. Fatalmente, sabe bien la gente que no hay remedio, que las cosas son así, aunque no pierde la esperanza en que algún día mejore.

En este sentido, las encuestas sociológicas del CIS son la mejor radiografía social de la realidad del país, muy por encima de aquella otra visión que se impone por quienes tienen poder para ello a una sociedad desencantada y confusa. Porque suele supone precisamente el fiel reflejo de lo que está en la calle, de lo que se comenta entre las personas, cuando se encuentran, ante la barra del bar, en el restaurante o en las sobremesas caseras y familiares de los fines de semana. Lo que importa, lo que preocupa, que poco tiene que ver con lo que se quiere hacer creer desde la gran manipulación generalizada que se sufre tanto por motivos económicos como por la intoxicación oficial o de una extrema izquierda crecida hasta la chulería ante la corrección política y la habitual actitud vergonzante de una derecha que traga con todo, lo que sea, para no perder unos votos que nunca ha tenido ni tendrá.

Así, y según el CIS, el presidente del PP y del Gobierno, Rajoy, sigue siendo el líder peor valorado, una constante en su carrera política que abochornaría a cualquier profesional. Y después, pero con muy poca diferencia, el de Podemos, Pablo Iglesias, otro desastre. Y también como siempre, todos los demás, Gobierno y oposición, suspenden de manera lastimosa. Este es el aprecio de los españoles por sus políticos, considerados desde Alemania como los peores de Europa. No es de extrañar, pues, que no se registre la menor variación en este último sondeo en lo referido a las cuestiones sociales. Lo que mas continúa preocupando a los españoles es el paro, pese a tantos aparentes buenos datos como maneja y pregona el Gobierno. La calle, la gente, está al tanto de que el 90 por ciento de las muchas contrataciones que se están haciendo son temporales, por días, por horas incluso. Y sigue preocupando después la corrupción que no cesa, intuyendo que lo conocido es solo la mínima parte de la que ha existido y existe tras cuatro década de bipartidismo PP-PSOE. Y la sanidad, y la educación.Y las pensiones. Y más.

Por el contrario, hay otros asuntos que no preocupan apenas a la opinión publica, pese a su constante reflejo en la política y en los medios y pese a su indudable trascendencia. Ni siquiera al 3 por ciento le interesa la amenaza de la independencia de Cataluña, y solo al 1,4 por ciento le importa la violencia de género o la igualdad. Ni se menciona siquiera lo que ocurre en Venezuela, otro de los diarios mantras, tal vez porque el CIS no se ocupa de problemas ajenos, que bastante tenemos con los propios.