España se encontraba inmersa en la Guerra de Sucesión, en la que se disputaban los pretendidos derechos carlistas. La ciudad de Gibraltar permanecía fiel al monarca Felipe V; cuando la flota anglo-holandesa atacó la ciudad con un exceso de tropas que hicieron imposible la defensa del lugar.

Ante el desequilibrio entre las fuerzas sitiadoras y las defensoras, los soldados ingleses de Capitán Whitaker lograron tomar tierra en el Muelle Nuevo de la ciudad, tomaron rehenes entre la población civil y obligaron a los mandos españoles a levantar bandera parlamentaria e iniciar las negociaciones de rendición y capitulación que tendría lugar el 4 de agosto de 1704.

El 1 de agosto de aquel año de 1704 una flota anglo-holandesa de 61 buques de guerra, con una dotación de 4000 cañones, 9000 infantes y 25000 marineros llegaron a la bahía de Algeciras situándose frente al puerto de Gibraltar defendido tan solo por cien soldados y poco más de cuatrocientas personas civiles armadas. Esta plaza era especialmente importante debido a su situación estratégica en el Estrecho de Gibraltar y nudo de comunicación entre el Océano Atlántico y el Mediterráneo y a sus propias características ya que se consideraba a la propia orografía de la ciudad el punto más fuerte de su defensa. En Gibraltar se encontraban además las antiguas fortificaciones almohades y castellanas realizadas durante el reinado de Carlos V que daban al sitio fama de inexpugnable.

Gibraltar en esas fechas contaba con una población de alrededor de cinco mil habitantes y una escasa dotación militar consistente en cien hombres y un número similar de cañones. Conocedores de que la guarnición no sería suficiente para soportar tal asedio, se reclutaron rápidamente a soldados y civiles. En las primeras horas del 1 de agosto se repartieron en las diferentes baterías y puestos de defensa hasta 470 hombres. Al mando del maestre de campo Juan de Medina, 200 hombres irían al Muelle Viejo, situado al Norte de la ciudad, otros 170 hombres se situaron junto a la Puerta de Tierra, más el resto se fue al Muelle Nuevo, al Sur de la ciudad, permaneciendo 72 hombres en el Castillo. El ejército anglo-holandés desembarcó con cerca de cuatro mil hombres de infantería en la zona conocida como Punta Mala e intimidaron a los españoles a la rendición. La resistencia duró apenas cinco horas. Unos cien hombres de los batallones catalanes, partidarios carlistas, aprovecharon la circunstancia de que estaba desguarnecida la costa oriental y mediante escalas subieron los precipicios y tomaron tierra en la actualmente conocida como CATALAN BAY .

La ciudad fue entregada finalmente el 4 de agosto por el Gobernador de la Plaza al Príncipe de Hesse-Darmstadt, siendo aceptados por las dos partes los puntos principales de la Capitulación de Gibraltar: Que los oficiales y soldados podían salir con sus armas, los soldados con lo que pudieran cargar en sus hombros, y los caballeros con sus caballos; que se podrían sacar de la ciudad tres cañones con 12 cargas de pólvora y balas; que los gibraltareños podían cargar con pan, carne y vino para siete días de marcha, que se podía asimismo cargar con la ropa y los cofres de oficiales y cabildo, y lo que quedara en la ciudad podía ser enviado más tarde; que a todo aquel que permaneciera en la ciudad se le respetarían todos los privilegios que tuvieran, así como los tribunales y derechos religiosos, y por último, que los mandos militares de Gibraltar debían señalar la posición de todos los almacenes de pólvora, munición y armas de la ciudad. Quedaban excluidos de esta capitulación todos los ciudadanos franceses que quedarían como prisioneros de guerra siendo sus bienes confiscados.

De los aproximadamente cinco mil habitantes de Gibraltar permanecieron en ella no más de setenta personas, muchas de ellas enfermas y un número importante de religiosos.

Los invasores consiguieron lo que habían venido intentando desde 1702: una base naval para las operaciones en el Mediterráneo de las flotas inglesa y holandesa.