La denuncia presentada por el director del Museo del Libro de Burgos ante la Audiencia Nacional y la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude por presuntas irregularidades contables y falsificación en el recuento de visitantes es más bien la pataleta de quien no ha logrado hacerse con algún encargo de la organización que fruto de un pormenorizado estudio económico y jurídico. Así parece desprenderse de las declaraciones de los gestores de este ciclo expositivo de arte sacro.

Al margen de que sean los jueces quienes diriman la veracidad de los hechos denunciados, varias cuestiones surgen ya a poco que se repasen las razones esgrimidas. Para empezar, el supuesto engorde de las cifras de visitantes no parece causa sustancial, máxime cuando el éxito de una muestra no dependedel número de personas que acceden a la misma, sino de la calidad de las obras, de la singularidad del recorrido y del argumento cultural que la ampara. Si el problema fuera el volumen de las subvenciones europeas, tampoco creo que este ciclo que lleva 22 ediciones desde 1988 y que goza de amplio prestigio nacional e internacional necesite de Bruselas para su supervivencia. Insisto en que urge aclarar cuanto antes la naturaleza de los hechos, pero flaco favor haríamos si olvidáramos tan pronto que Las Edades del Hombre no solo genera visitantes a un espacio expositivo, sino, y lo más importante, es el origen de un significativo aumento del turismo y del negocio hostelero en cada provincia que ha acogido este ciclo. De ahí esa listainterminable de municipios que también quieren albergar una edición.

Había quienes se frotaban las manos por lo que parecía ser el típico culebrón de verano. Lo malo es que pretender hacerlo con una denuncia,a priori, inconsistentey motivada por el más que probable cabreo de una persona no parece muy serio. Como no lo es que los grupos parlamentarios salgan en tropel a rebufo de la denuncia de un particular, cuando, de ser cierto, debían de haber sido los primeros en detectar el engaño continuado en estos 30 años y acudir al juzgado.