Preparado, listo, ya. Llegó el día de la comparecencia de Rajoy como testigo en el juicio que se sigue por el caso Gurtel, uno de los mayores escándalos de corrupción que enlodan al PP. Parece que el presidente del Gobierno y del partido que gobierna el país aunque lejos de la mayoría parlamentaria, ha preparado exhaustivamente esta comparecencia, dado el interés despertado, y hasta suspendió su agenda en las fechas previas para dedicarse a estudiar con sus abogados las respuestas que habrá de dar en la Audiencia Nacional - cuyo presidente saldrá a recibir a tan distinguido testigo - ante el tribunal, el fiscal anticorrupción, que acaba de ser nombrado en el cargo por el Gobierno, y la acusación popular que ejerce una asociación de abogados demócratas.

Tranquilo Rajoy y tranquila la gente de su entorno, aparte de la expectación y el reflejo que su presencia para testificar tiene en los medios nacionales e internacionales. Se estima en el PP, firmemente, que el asunto, a la postre, carecerá de relevancia judicial y política por mucho que los partidos de la oposición se empeñen en lo contrario y traten de sacar provecho a la situación que lógicamente lo van a hacer. Rajoy solo tuvo trato con Correa, el cabecilla de la trama Gurtell, para echarle del partido, y jamás recibió sobres con dinero negro, como llegó a reiterar Bárcenas, ni supo de la supuesta caja B del partido. Esos serán los puntos clave a los que se aferrará el presidente en su testimonio como testigo, afirmando su mejor disposición a colaborar con la justicia.

Pese a la tranquilidad, sin embargo, que se disfruta o se aparenta en el PP, al menos por ese lado, no se olvida la comisión parlamentaria que investiga sobre la corrupción, y se preparan medidas diversas de cara a mitigar el desgaste que pudiera producirse en el Ejecutivo de la nación, especialmente si no se consiguen sacar adelante, próximamente, los presupuestos de 2.018, lo cual podría suponer un inevitable adelanto electoral para el año siguiente. Por eso, y a raíz de que se inicie, a finales de agosto o inicios de septiembre el curso político, el partido del Gobierno va a llegar a cabo distintos actos de homenaje a los 40 años de democracia que en 2017 se están conmemorando y que son igualmente los 40 años del PP aunque entonces se denominara AP, la AP de Fraga para más señas.

O sea, que se tratará también de celebrar la contribución del PP al desarrollo de la democracia, que por lo demás, cuatro décadas después, resulta deficitaria en esencias y calidades, con las listas electorales cerradas, aparte de la corrupción política que enloda el país, aunque por el lado contrario hay que significar el progreso, el desarrollo social y económico y el aumento de las libertades que en estos 40 años el régimen ha proporcionado a España. Prepara el PP numerosos actos al efecto, para los últimos meses del año en curso, pero en realidad tampoco se tratará de otra cosa que reuniones de partido a las que asistirán, como a los mítines, sus militantes, y no todos, claro, sino aquellos pendientes del "¿qué hay de lo mío?", colocados en linea de salida para hacer carrera política.