Figurar en los catálogos de arquitectura como una joya de principios del siglo XX en esta era, en la que parece haberse impuesto la sensibilidad a la piqueta, no es garantía de nada. Como ejemplo, el Mercado de Abastos de Zamora. La obra del benaventano Segundo Viloria es una exquisitez arquitectónica que destaca no solo por su diseño, sino por la reutilización de los materiales y por ser uno de los edificios pioneros en el uso del ladrillo y, sobre todo, de las estructuras de hierro que permitían crear espacios diáfanos, concebidos expresamente para el uso encomendado, que sujetan los grandes ventanales que son santo y seña del edificio y que recuerdan los rosetones del románico, como románica era la iglesia de San Salvador de la Vid, sobre cuyos cimientos se levanta.

Llegaba el siglo de las luces y de los adelantos que incluían normas de higiene en la venta de alimentos, lo que entrañó la desaparición de las ventas callejeras. El fastuoso recinto levantado en 1902, además de cumplir todos esos requisitos en cuando a luz y concepción del espacio, simboliza la segunda edad de oro de la arquitectura zamorana, siete siglos después del románico. El Mercado de Abastos representa, por tanto, el nacimiento de una nueva sociedad, de la expansión de la ciudad, de la esperanza alentada por la nueva centuria. Han pasado 115 años y, a pesar de los achaques por años de abandono donde el mantenimiento ha sido casi nulo salvo alguna intervención en los 90, el inmueble sigue presidiendo, majestuoso, la plaza que lleva su nombre. Es un bien catalogado y protegido por las normas urbanísticas municipales, reconocido por su singularidad por los expertos y enclavado en una ciudad que es conjunto histórico artístico.

Cualidades, todas ellas, que se ajustarían al baremo de la concesión de ayudas a la rehabilitación del patrimonio artístico que convocan las distintas administraciones. Y, paradójicamente, tres negativas se ha llevado ya el Mercado de Abastos para poder contar con una financiación adecuada a la remodelación que exigen los nuevos tiempos. Tiempos en los que el pequeño comercio tiene que reinventarse para luchar contra la feroz competencia de las grandes cadenas. Ejemplos de que puede conseguirse los hay por medio mundo: desde Florencia a La Boquería de Barcelona o el mercado de Maravillas de Madrid. La fusión de la venta de productos frescos y de calidad junto a un nuevo concepto gastronómico ha convertido en espacios dedicados al ocio los puestos tradicionales que habían ido cerrando en todas esas ciudades. Igual que van cerrando en la propia Zamora. Una joya arquitectónica con un nuevo concepto enológico y gastronómico que funciona como atractivo turístico de primer orden parece una buena fórmula para revitalizar el pulso de la ciudad. Así lo entienden también los empresarios, y no solo los vinculados a la plaza, sino el conglomerado que componen colectivos como Zamora 10, que lo incluyen en su propuesta presentada a las instituciones.

El Ayuntamiento, como titular de las instalaciones, pero limitado en la capacidad de inversión, ha presentado el proyecto de rehabilitación para obtener fondos europeos. La UE por dos veces no lo consideró de interés para incluirlo dentro de los planes de Desarrollo Urbano Sostenible Integrado, la última el pasado mes de mayo. Ya antes, en febrero de 2015, el Ayuntamiento optó a la convocatoria del 1,5% cultural que convocan y tramitan los ministerios de Fomento y Cultura. La resolución, en julio de ese año, fue igualmente negativa.

La Ley de Patrimonio Histórico establece la obligación de destinar en los contratos de obras públicas una partida equivalente al 1,5% de lo presupuestado a trabajos de conservación, enriquecimiento del patrimonio o al fomento de la creatividad, lo que incluye la rehabilitación y consolidación de bienes inmuebles. Los candidatos deben haber sido declarados Bien de Interés Cultural, o estar incluidos dentro de un conjunto histórico, como sería el caso zamorano. Hace dos años, cuando fue denegada la ayuda al Mercado de Abastos, en la provincia de Zamora solo recibió subvención la recuperación de las barranqueras de Toro, donde se celebraría meses después la edición de Las Edades del Hombre.

Desde las negativas de la Administración central y de Europa, el Ayuntamiento ha anunciado su intención de explorar otras vías, como la Junta de Castilla y León, que no es la primera vez que se compromete en este tipo de obras. Lo hizo, por ejemplo, en Soria, aportando 9 de un proyecto de 11 millones de euros o con las ayudas por importe de 1,2 millones en Palencia. Sin embargo, tampoco esta alternativa ha dado, por ahora, sus frutos.

Las inversiones del Ministerio de Fomento previstas en los presupuestos generales del Estado para este año en Zamora ascienden casi a 300 millones de euros. Gran parte de los mismos corresponden al AVE, en su fase final. Es decir, que las posibilidades de acogerse a ese 1,5% cultural disminuyen como lo hacen las partidas de inversión en grandes obras a medida que concluyen. El Ministerio de Fomento ha hecho pública la nueva convocatoria esta misma semana. Los proyectos deben presentarse antes del 20 de agosto. Con el tiempo acumulado en tanta negativa, es de esperar que el expediente municipal llegue impoluto a la comisión examinadora. Es también una buena oportunidad para demostrar que las instituciones trabajan al servicio de los ciudadanos y no de los partidos que los gobiernan. Al Mercado de Abastos cualidades le sobran, pero necesita, imperiosamente, esa segunda oportunidad mediante una transformación que repercutiría positivamente para la ciudad. Una cuarta negativa solo contribuiría a la desesperanza de un sector, el comercio, y de toda una provincia, demasiado acostumbrada al desencanto.