En los libros de Acuerdos del Ayuntamiento, en el Siglo XVI, más concretamente en el año 1512 queda constancia de lo que se hacía en materia de policía de aseo y comodidad, y también de las obras públicas que se llevaban a cabo en calles que, después de quinientos años , continúan con el mismo nombre, lo que nos permite recordar y comparar la toponimia urbana de Zamora.

Decían los libros de actas de aquel año que se habían empedrado las calles de Balborraz, Buvilla, la Rúa, Riego, Costanilla, Zapatería, Rúa de los Francos, San Leonardo, San Torcuato, Alfamareros y Traviesa. Decía también que estas obras las dirigió un maestro empedrador que vino de Valladolid.

Se mandaron retirar varios puestos heterogéneos que había en la calle de Malcocinado, sustituyéndolos por tiendas de fruterías. Se abrió una calle nueva al lado del convento de San Bernabé, que iba a salir a la plazuela de Juan de Valencia. Se construyó una escalera para bajar a la Puerta de San Martín; un tajamar en la Puerta del Río; se reparó la Iglesia de San Simón, tomando para este menester piedras deprendidas de las peñas de Santa Marta.

Arregladas y limpias las calles, se prohibió que anduvieran por ellas los puercos, ni de día ni de noche, so pena de matarlos. Quedaron señaladas las puertas del recinto amurallado por donde se permitía entrar la leña y la paja, para lo que se nombraban las del Puente, San Martín, San Bernabé, San Torcuato, Santa Ana, San Bartolomé, San Pablo, Olivares, San Miguel, del Río y del Mercado.

Se hicieron Ordenanzas fijando las dimensiones y condiciones de las carretas y sus ejes. Se acordó cerrar de noche las puertas de la ciudad, teniendo las llaves los regidores más ancianos, debiendo tocar la queda a las nueve de la noche.

Resulta muy interesante conocer que, en 1514, concedió el Ayuntamiento vecindad por dos años en esta ciudad, con fianza, a Maese Carlos, encajero, natural del condado de Flandes. Y en 1516 se avecindó con las mismas condiciones a Antón de Velován y a Bernardino de Velován, tejedores de seda. Esto nos demuestra que había gran interés en la ciudad por promover el establecimiento de nueva industria, para lo cual se estimulaba la plantación de moreras y cría de gusanos. Además de los citados especialistas holandeses, llegó de Génova el maestro Jacome Picardo que firmó escritura para avecindarse por diez años con su mujer y familia para montar dos telares de seda.

Por aquel tiempo, llegaron también a Zamora los entalladores (tallistas) Mateo, de Holanda; Pedro Fiyou, de Francia; Giralte, de Bruselas; Pedro, de Picardie (Francia). Se asegura que estos podrían ser los autores de la magnífica sillería del Coro de la Catedral.