Tragedias. Es uno de los ingredientes, con sabor amargo, de la vida. Aunque en ocasiones es posible oler su proximidad, lo habitual es que se presenten en nuestros aposentos sin pedir cita previa y sin nuestro consentimiento. Incluso a veces ni tan siquiera existe la posibilidad de, una vez que han llegado, decirles cuatro cosas a la cara porque sencillamente nos han arrebatado esa opción. Como en la tragedia del Valle del Jerte de hace unos días, donde una familia (los dos padres y dos de los tres hijos) se han encontrado con lo que no habían previsto: la muerte en un barranco mientras disfrutaban de una jornada de ocio. Cuando escuché la noticia, quedé impactado. Pensé sobre todo en el niño que se ha salvado de la terrible tragedia y en su orfandad. Imaginé su crecimiento personal y el dolor que le acompañará durante toda su vida. Repasará las noticias de estos días y el consuelo que tendrá es la solidaridad y la compañía de la gente, dos ingredientes que harán del calvario de la vida algo mucho más humano.

Acosos. Las fiestas de san Fermín en Pamplona han vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre las conductas de esos energúmenos que buscan la atmósfera de la fiesta, la algarabía y el jolgorio para practicar uno de los deportes más queridos por el machismo: los acosos e incluso, si tienen la oportunidad, las violaciones a mujeres. Es loable que las instituciones, las peñas y, en general, la sociedad pamplonica se haya implicado activamente en una campaña de desprestigio social de unos comportamientos que en ningún caso debemos apoyar. Aquí no vale cerrar los ojos y mirar para otro lado. Porque quien calla, como siempre, otorga. Ni tan siquiera es de recibo que aún haya personas que disculpen los baboseos, los toques en el trasero o las insinuaciones sexuales a las chicas en plena calle, como si el contexto festivo y el alcohol, que casi siempre acompaña a sujetos perversos y enloquecidos, pudiera ser un atenuante de esos valores machistas que salen a relucir en muchas más ocasiones de las deseadas.

Asesinatos. Sí, asesinatos, tal y como suena. Me refiero a las mujeres asesinadas por los hombres como consecuencia de la violencia de género, una patología social que anida en el corazón de las sociedades patriarcales. Por eso, cuando saltan a la palestra pública noticias sobre el asesinato de alguna mujer, es muy importante que llamemos a las cosas por su nombre y entendamos que estas mujeres son víctimas de conductas machistas, que esa y no otra es precisamente la causa única y fundamental que explica los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas, exparejas, amantes o lo que sea. Como pueden sospechar, los eufemismos lo único que hacen es contemplar e interpretar el paisaje de la violencia contra las mujeres con otros ojos, pues no es lo mismo hablar de mujeres asesinadas que de muertas. El lenguaje, como casi siempre, es clave para comprender y descifrar los fenómenos sociales. Y yo ya estoy harto (hasta los huevos, que diría el otro) de tener que soportar estas confusiones, que nunca son neutras.