El verano es el tiempo en que la esperanza vuelva a pasearse por muchos pueblos. Los hijos, nietos y bisnietos vuelven por unos días a llenar las calles, recuperando mucha de la actividad perdida durante décadas de emigración. Sin embargo, las vacaciones "en el pueblo"ya no son lo que eran, las raíces se van desdibujando con el paso de las generaciones y se pierde la conexión.

¿Qué va a ser de los pueblos? ¿Cómo acompañar a los últimos vecinos de los pueblos más despoblados? ¿Cómo lograr una buena pastoral rural? Preguntas como éstas y muchas más se han vuelto la preocupación de muchos de nuestros sacerdotes, y de nosotros los seminaristas, en una diócesis eminentemente rural en la que la despoblación avanza sin encontrar freno.

Ante esto caben dos opciones: estar en vela "junto a la cama" de nuestros pueblos moribundos o gastar nuestra vida en luchar por la salvación de nuestros hermanos y nuestra tierra. El futuro de nuestra tierra no puede ser la mirada lacónica de quien solo espera que todo vaya a menos, que una neblina gris envuelva todos nuestros proyectos, "para qué vamos a hacerlo si?", "si es que no va a salir gente?", "si para cuatro mujeres mayores?". Zamora son su gente y sus tierras, su campo, sus pueblos y ciudades; en ella nos "ha plantado" el Señor para servir y dar fruto, con la esperanza de que Dios nunca nos pone delante una misión que no podamos llegar a alcanzar, si ponemos nuestras fuerzas y capacidades al servicio de su plan.

La fiesta de la Virgen de la Salud el pasado domingo en Alcañices demuestra la fuerza de los pueblos unidos, que construyen un camino juntos; la esperanza está en esa unidad, en la superación de las divisiones administrativas, de las viejas rivalidades, uniéndonos para ayudarnos a recuperar la vida, la actividad, la prosperidad en nuestros pueblos.

Que el Señor que se ha revelado a la gente sencilla nos impulse siempre a abrazar con ánimo y espíritu de renovación su yugo ligero, para trillar en nuestras tierras de Zamora en pro de nuestras gentes, y volver a ser un granero fructífero de comunidades vivas y creyentes.