El notario mayor de la Audiencia Episcopal de Zamora, don Phelipe Alliende Carvajal, con fecha cinco de mayo de 1728 daba fe de que el 12 de junio de 1724, a las nueve de la mañana, estándose demoliendo unas casas, de las que no se cita su emplazamiento, fue hallado un ladrillo en el que estaba esculpida una imagen de un Ecce Homo, que correspondía al que se veneraba en la iglesia de San Vicente. En el testimonio de dicho Notario se expresa el modo de haberse encontrado dicho ladrillo, que dice fue en un aposento o dormitorio y a distancia de media vara de una de las paredes, dando con el azadón en el suelo el hombre que trabajaba picó y levantó dicho ladrillo, comprobando que debajo tenía la efigie del Ecce Homo y que inmediatamente percibió una deliciosa fragancia. De referida pieza se hizo cargo don Manuel Novoa, cura párroco de la iglesia de San Vicente.

El Ilustrísimo señor don Joseph Zapata, Obispo de la Diócesis dio un despacho, con fecha 13 de marzo de 1725 concediendo cuarenta días de indulgencia a todas y cada una de las personas que rezasen un credo ante la imagen de aquel Ecce Homo. Expuesto a la veneración de los fieles, fue objeto de predicación por el P. Fray Juan de San Antonio que habló de todos los ladrillos que se mencionan en las historias sagradas y profanas, llegando a los que formaron la Torre de Babel.

En el antiguo Egipto, aunque los ladrillos de adobe se emplearon como elemento de construcción también tuvieron ciertas connotaciones religiosas, siempre que reunieran algunas características concretas. La mujer egipcia, para dar a luz, generalmente se colocaba en cuclillas y se sujetaba sobre cuatro ladrillos que se consideraban mágicos. Estos representaban a las cuatro diosas Mesjenet, deidades relacionadas con los nacimientos y hacedoras del Ka, aunque a veces el número de esas hadas se reduce y en su lugar aparece el dios del destino Shai y la diosa Renenutet, una diosa protectora encargada de cuidar de que la leche de las madres un se retire. Estos dos últimos dioses se encuentran en forma de ladrillos en las escenas de la pesada del corazón puesto que los antiguos egipcios creyeron que en ellos el dios Thot había inscrito el momento de la muerte del recién nacido.

También bajo el nombre de ladrillos mágicos se agrupaban los cuatro ladrillos de adobe mezclados con ciertas sustancias que incrementaban su poder mágico. Se colocaban en los enterramientos situándose cada uno de ellos en un punto cardinal. Servían para proteger al fallecido de las fuerzas negativas que quisieran dañarle al igual que sirvieron a Osiris.

Otro tipo de ladrillos mágicos son aquellos que aparecen en ceremonias de Fundación con simbolismo análogo al de los ladrillos de la pesada del alma. En los depósitos de Fundación se almacenaban una serie de objetos que proporcionarían de forma mágica todos los beneficios que se deseaba para la construcción. Así, los ladrillos simbolizaban los miles de estos objetos que iban a ser vitales en la obra.

El Ecce Homo de aquel ladrillo era una adorable imagen que, en el momento de descubrirla despedía una agradable fragancia. Aquel histórico sermón fue pronunciado con ocasión de la fiesta del excelso patriarca San Joaquín y ante la imagen de Nuestra Madre de las Angustias que se encuentra en el Templo de San Vicente.