Arturo Pérez Reverte tiene razón, toda la razón y nada más que la razón, cuando asegura que en España ya no caben más gilipollas. Todavía caben. Se demuestra cada día. A lo mejor son los que van saliendo del armario que guarda a tanto gili y de ahí el razonamiento del escritor y periodista. De sandeces y gilipolleces empezamos a estar hasta el moño. El día que los demás empecemos a protestar y manifestarnos contra los que protestan y se manifiestan por todo, ese día se cierra España.

Estoy hastiada de gilipollas y de buenistas. De estos que apelan a los sentimientos de los demás frente a esto y aquello y tienen a los suyos desatendidos o pasan olímpicamente de lo que les pasa a los nuestros, a nuestros ancianos y a nuestros niños sobre los que los servicios sociales de las distintas instituciones deberían estar más pendientes. Se necesita más rigor por parte de la Administración a la hora de ejercer el debido control sobre residencias geriátricas insanas donde a la gente mayor se la alimenta con hipnóticos para que no molesten y donde los cuidados dejan mucho que desear. Menos vender lujo y más dedicar atención, tiempo y cuidados a nuestros mayores. Pero eso merece comentarios a parte.

Los gilipollas de este país son los que quieren transformarlo a su imagen y semejanza sin atender al hecho de que España es una democracia. De que aquí decidimos todos y entre todos. Si ellos que se conforman en partidos de dudosa catadura y en plataformas de todo tipo están ahí, jodiendo la tana, es gracias a que España es una democracia. En Venezuela, en Irán, en Qatar en Cuba no podrían, no ya hacer, si no decir lo que dicen en esta España mía, en esta España nuestra que unos quieren parcelar, otros dividir y otros transformar en modelos del pasado que no dieron resultado alguno. Y ya les vale.

A los animalistas que se alegran de la muerte de un torero o de un niño con leucemia por el hecho de que aplauda la fiesta nacional, y se callan como zorros cuando se viola a una mujer, se abusa de un niño o se maltrata a un anciano, los mandaba yo a esos países que tanto defienden y donde, por lo que se ve, les gustaría vivir. Allí no hay toros ni toreros. Pues, ¡hala!, que se vayan con billete de ida, sólo de ida. Seguro que allí les dejan hacer todo eso y mucho más. Seguro.

No se entiende esa postura tan radical, tan en contra, con una falta absoluta de respeto. A mí me gustan los toros, ¡y qué!. Son toros de lidia y su nombre lo dice todo. Es una fiesta que genera empleo y da de comer a mucha gente que, de otra forma, estaría en el paro. Respeto profundamente a todos aquellos que pasan de la fiesta, que no les gusta pero que nos dejan a los demás a nuestro aire, sin manifestarse, sin insultar, sin amenazar, sin desearnos la muerte. Ya vale de buscarse minutitos de gloria a costa de los demás. Ya vale de estar esperando el momento para aparecer o reaparecer ante el aplauso de los suyos para faltarle al respeto a los demás. Entre las que piden que se deje de ordeñar a las vacas porque se estresan, los que quieren proteger a las cucarachas del pie humano que las extermina.