Cuando me dispongo a redactar este escrito sobre Portugal, surge la información de la enorme tragedia en Pedrógäo Grande, siendo una de las más graves que han sucedido en los últimos tiempos en el país hermano. Como la mayoría de los españoles deseo manifestar mi cariño, y solidaridad con el pueblo portugués, especialmente con las víctimas y las familias directamente afectadas.

Vaya por delante mi reconocimiento, admiración, y afecto a Portugal; es decir a las portuguesas y los portugueses. Como expresión de ese afecto, siempre nos hemos negamos a reconocer las limitaciones que dificultan la convivencia; y por eso hemos hablado de le "Raya", como manifestación de rebeldía en contra de las fronteras -incluyendo las, cadenas que separaban simbólicamente a los pueblos de Rihonor de Castilla, de Rio de Onor, Freguesia del concelho de Braganza- que intentaron, y durante algún tiempo consiguieron, dividir y fraccionar a dos pueblos hermanos.

Como es conocido, aunque no lo suficiente, la historia de España y Portugal, es el encuentro y desencuentro, casi permanente, entre dos países y sobre todo entre dos pueblos, que durante determinados momentos de su historia han sufrido los horrores e infortunios a los que sus dirigentes les han conducido. Los dos países ibéricos sobrellevaron en silencio y resignación la represión y violencia durante la instauración de las dictaduras del General Franco y de Oliveira Salazar, durante las cuales, ambos pueblos soportaron sangre, sudor y lágrimas, en un período que se hizo eterno. Los dos dictadores, con la firma del llamado Pacto Ibérico consiguieron unir a los dos pueblos, eso sí, por la espalda. También fueron responsables del retraso social y económico tanto en Portugal, como en España, respecto de Europa.

Aunque en secuencias diferentes, el proceso democratizador se produce en los dos países casi contemporáneamente. En Portugal el 25 de Abril de 1975, con el admirable movimiento de la "Revolución de los Claveles"; y en España con las primeras elecciones democráticas el 15 de junio de 1977, que culminó con la Constitución de 1978.

Hoy quiero hablar de la estabilidad institucional, progreso político y social en Portugal; también económico. Nadie lo hubiera creído hace año y medio, pero hoy está reconocido internacionalmente como un buen modelo para la salida de la crisis y de un gran acierto los acuerdos político entre los partidos políticos.

Como es sabido, Portugal tiene un gobierno monocolor que preside el secretario general del Partido Socialista y primer ministro Antonio Costa con el respaldo de 86 diputados, a los que se suman 19 del Bloco de Ezquerda, los 17 del Partido Comunista y uno del Partido de los Verdes. Los 123 diputados representan la mayoría absoluta de la Asamblea de la República, que está formada por 230. Lo primero que convendría destacar es, como fuerzas políticamente tan dispares, tradicionalmente enfrentadas, han alcanzado el acuerdo para un gobierno de izquierda, con una clara voluntad de perdurar el resto de la legislatura.

Seguramente la decidida voluntad del cambio, con el establecimiento de una coalición de izquierdas, frente a la derecha, obedece a la responsabilidad de poner en marcha un acuerdo que hiciera posible desarrollar programas políticos que mejoran la vida de muchos ciudadanos maltratados por las políticas austericidas y de empobrecimiento del gobierno anterior de la derecha. Hasta ahora, los tres partidos han dado pruebas de una lealtad institucional, así como una voluntad en el mantenimiento de los pactos, más allá de las lógicas discrepancias surgidas. Estos acuerdos hacen realidad el consenso constitucional sobre derechos y libertades y sobre deberes económicos y sociales. Como consecuencia de todo ello, Portugal está teniendo una estabilidad política e institucional como hacía mucho tiempo no disfrutaba.

Esta nueva situación está posibilitando que las reformas emprendidas por el actual gobierno portugués hayan sido posibles y muy necesarias para afrontar los graves problemas que afectan a los más necesitados, promoviendo medidas económicas y sociales, como ha sido la actualización gradual del salario mínimo; la subida de las pensiones y el aumento de los salarios a los empleados públicos, beneficiados también por la aplicación de una jornada laboral de 35 horas. Muy importante ha sido la recuperación de la inversión pública, especialmente en la sanidad. También en la educación con la gratuidad de los libros de texto en educación primaria. Importante ha sido la medida de no financiar la enseñanza privada, allí donde existan centros públicos. También el incremento de becas y disminución de tasas universitarias. Así podría relatar la recuperación y los avances de Portugal, con un gobierno socialdemócrata.

La propia Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) - no muy proclive a mostrarse de acuerdo con los avances de los gobiernos progresistas- ha tenido que reconocer sus progresos: en el mercado de trabajo desde que Portugal volvió a la senda del crecimiento económico, ha progresado en las tasas de empleo, siendo el desempleo actual mejor de lo esperado, pasando del 17.3% en 2013, al 9.8% en la actualidad.

Así mismo Portugal ha recuperado una voz que se escucha y se respeta en el ámbito internacional.