Si fuéramos como él, llegaríamos a llamarle Filemón, pero, afortunadamente, no lo somos. No somos como Puigdemont, porque no tenemos la lengua viperina para llegar a compararlo con el jefe de una banda terrorista, como ha hecho él con nosotros; ni la cabeza a pájaros para creernos que somos superiores a los demás, incluidos los catalanes; ni nos gastamos el dinero de los presupuestos en propagandas patrióticas o pseudopatrióticas; ni pedimos a nuestras autoridades que se salten las leyes, sino más bien lo contrario, les pedimos que las respeten, ya que a muchos de ellos buena falta les hace. Pues eso, que no nos comportamos de manera tan injusta y agresiva como hace él con nosotros, ni siquiera le llamamos Filemón, aquel jefe colérico que mandaba sobre Mortadelo, que le seguía fielmente poniéndose algún disfraz, incluido el de nacionalista.

Este tipo de personajes, el de los "sufridos" nacionalistas, hasta hace poco, eran respetados, aunque la gente no comulgara con sus ideas, porque entendía que cada cual era libre de defender sus ideas allá donde le pareciera oportuno; pero de un tiempo a esta parte determinados nacionalistas han perdido el juicio, y tan pronto sale un famoso entrenador de futbol hablando de persecuciones y otros cuantos disparates, como un alcalde poniendo letreros en lituano en lugar de en castellano, o un señor con flequillo, comparando a España con una banda terrorista.

Y la gente ya está cansándose de tantos ataques, de tanta impunidad para quienes están fumándose un puro con las leyes y otro con la Constitución. Porque, cada vez hay más gente que entiende que debía ser de aplicación aquello de "o jugamos todos, o rompemos la baraja".

Aunque la estrategia de los independistas, antes nacionalistas, tiene toda la pinta de estar diseñada para provocar al Estado, buscando una reacción contundente que les haga aparecer como mártires, lo cierto es que los demás españoles, aunque no desean el uso de la fuerza, también tienen su corazoncito, y les gustaría ver y escuchar, al menos de vez en cuando, algún signo o mensaje gratificante, algún reconocimiento hacia lo que ellos sienten y piensan, porque se quiera o no, de momento, seguimos viviendo en un estado de derecho, y eso debería notarse.

Podría dar la impresión que la gente normal, que piensa normal, y reacciona normal, se estuviera sintiendo desnortada, y eso podría ser peligroso, porque tan malo es creerse en posesión de la verdad, como autoconvencerse de ser el malo de la película, como le ocurría a aquel famoso pintor, que llegó a decir que no sabía dibujar, ni siquiera hacer una línea con el lápiz, cuando, en realidad, estaba pasando por la mejor época como artista.

El traca-traca independentista continúa impertérrito su machacona marcha, en ese desaforado encoñamiento de querer meter papeles en las urnas, aunque bien es cierto que no se sabe si se lo han tomado tan en serio como aparentan, o simplemente tratan de representar una pose al modo de las tragedias griegas, con coro incluido. Lo que sí parece cierto es que, de permitirles votar la cosa de la independencia, no les quedaría ninguna otra excusa para seguir dando la vara, ya que, en ese momento, solo existirían ellos, porque todo el universo habría desaparecido ante sus ojos, no sabrían si era de día o de noche, y el sol, la luna y las estrellas estarían buscándose sitio en otra galaxia.

Mientras tanto, el nuevo partido socialista va repitiendo, como si de un mantra se tratara, eso de que España es una nación de naciones, sin que nadie sepa lo que realmente es, aunque no resulta óbice para que algunos lo definan como una desintegración de la patria, otros como un estado federal descafeinado, y otros como mejor les viene a sus intereses. El estado de confusión, y manipulación, es total porque, realmente, nadie sabe de qué va la cosa, ya que, si bien se sabe lo que es una comunidad de comunidades, llamada mancomunidad, lo de nación de naciones sigue siendo una incógnita. Y, a más a más, el tal mantra, tampoco serviría para hacer recapacitar a los independentistas, incluidos Mortadelo, Filemón y las Hermanas Gilda.