San Juanito es como se denomina, en el vocabulario de términos artísticos, la figura pintada o tallada de San Juan Bautista niño. En España tenemos muchas representaciones pictóricas y escultóricas pues la piedad popular colocó al santo niño en los altares en un puesto destacado, como familiar que era de Jesús. La alta consideración piadosa coincide con la fecha crucial del solsticio de verano y la tradición pagana de las hogueras que han seguido haciéndose en el mundo cristiano por imitación de la que prendió Zacarías con la noticia del nacimiento de su pequeño Juanito.

Volviendo al arte, centrado en el niño santo, caben señalar las obras de Murillo, artista egregio de nuestro siglo de oro, que fue capaz de pintar con similar maestría dos niños pícaros de su Sevilla contemporánea o dos niños santos (Jesús y San Juanito) de la corte celestial, siempre captando el ambiente y semblante apropiado de los protagonistas. En el cuadro "Los niños de la concha", los pequeños infantes celestiales son vistos por el autor con ese aire de misticismo y candor que nos cautiva, tanto por la perfección técnica como por la interpretación que hace el pintor de una relación familiar y profética juntas, desde la más tierna infancia, en un ambiente idílico-poético muy evocador. Como de costumbre en su pintura de temática religiosa, en la que destacan sus famosas Inmaculadas, la historia sagrada que relata con sus pinceles Murillo, se hace catecismo artístico de extraordinaria emoción piadosa, a la manera propia del pintor que fue paradigma del artista que creía en lo que pintaba y pintaba lo que creía. Merecidamente ostenta el alto honor de compartir guarda de puerta, con estatua, en el Museo del Prado, con genios como Goya y Velázquez.

Menos devoto pero más polifacético fue Leonardo da Vinci que incluyó a San Juanito en su pintura "La Virgen de las rocas", de transcendental importancia en el conjunto de las obras del renacimiento italiano y de reconocida influencia en el europeo. Del cuadro se han escrito interpretaciones heterodoxas con éxito editorial pero la calidad artística unida al mensaje redentor es incuestionable. Leonardo era consciente de la transcendencia de esta obra a la que dedicó tiempo de investigación y realización en detrimento de otras que aguardaban su remate como su conocida Santa Cena.

Del mayor genio artístico de todos los tiempos, Miguel Ángel, no tenemos en España ninguna pintura y sólo una escultura mutilada: el San Juanito de Úbeda, preciosa figura en mármol, destrozada cuando ardían las hogueras del odio en nuestra pasada guerra civil. Afortunadamente hubo quien anduvo diligente para guardar los restos, un cuarenta por ciento del total, y últimamente ha sido magistralmente recompuesta y restaurada.

San Juan también está presente en el "solsticio" de la grafía musical. Un monje del siglo X-XI (Guido de Arezzo) tuvo la feliz idea -además de inventar el tetragrama, precursor del pentagrama- de darle nombre a las siete notas de la escala con la sílaba que encabeza cada verso del himno gregoriano a San Juan Bautista que se cantaba en su monasterio.

De San Juanito a San Juan, pasando por las hogueras: la música del fuego que al cabo todos somos; hoguera que combustiona con la leña del dolor y la alegría.