A las siete de la tarde del pasado día quince el cortejo salió de la capilla de las Marinas dispuesto a recorrer los escasos metros que la separan de la iglesia de San Ildefonso. En la pequeña plaza cientos de zamoranos aguardaban el protocolo de una ceremonia con plasticidad pasmosa.

Encabezaba la comitiva el estandarte seguido de las corporaciones nobiliarias. A continuación el Brazo de Damas, todas de riguroso luto, y después los Caballeros custodios enfundados en manto verde y birrete con cruz mozárabe, detrás el mayordomo y cerrando el grupo el prior de la Cofradía y, a la vez, párroco- arcipreste. El cortejo avanzó por el paseo central de la plaza Fray Diego de Deza dejando a la derecha las celosías del convento, bordeó el busto del dominico y entró en el templo arciprestal.

Dentro del recinto siete caballeros y dos damas aguardaban el requerimiento del "Sí, juro". Un juramento sencillo que les habría de convertir en miembros de la Real, Muy Antigua e Ilustre Cofradía de Caballeros Cubicularios de San Ildefonso y San Atilano y les obligaba no solo a custodiar las reliquias de los santos y fomentar su devoción sino también a contribuir a las finalidades sociales de la Cofradía. La investidura era inminente. En cualquier momento se acercarían al altar del brazo de sus respectivos padrinos para convertirse en herederos de quienes hace siglos defendieran los venerables restos con la espada. Hoy es distinto. Todo ha cambiado y nada es como antes, sin embargo, el legado de los esforzados custodios permanece.

Sucedió allá por el año 718. Toledo había caído bajo las huestes de Muza y un grupo de mozárabes decidió trasladar los restos de San Ildefonso a Zamora para evitar su profanación. Con los años se perdió el rastro de la urna donde reposaban y cuando, posteriormente, fue hallada los arzobispos de Toledo la reclamaron insistentemente. Ante las negativas a su devolución apelaron a la Santa Sede y fueron varios los pontífices que amenazaron con la excomunión a los de Zamora. ¡ Pero ni por esas! Los nobles zamoranos no solo no se doblegaron sino que se confabularon para evitar que las reliquias salieran de la ciudad. Nacían los Caballeros Cubicularios. La custodia de los restos de San Atilano llegaría más tarde.

La tarde avanzaba hacia el ocaso. Dentro de la iglesia de San Ildefonso La celebración eucarística seguía su curso y la Schola Gregoriana Gaudete acompañaba la liturgia con diversos cantos extraídos de los Cantorales Mozárabes del Cardenal Cisneros y algunos del Antifonario Visigótico de León. Un acierto por parte de su joven director, sin ninguna duda. No en vano fue aquí, en esta "tierra de nadie" difícil y fronteriza, donde recalaron los cristianos que huían de la presión califal. Se trataba de la minoría mozárabe y sus manifestaciones artísticas reflejan una cultura de resistencia en un entorno tremendamente hostil. Los Beatos salidos del Scriptorium del Monasterio de San Salvador de Tábara son un buen ejemplo de ese arte austero y, en ocasiones, eclipsado.

En el año mil setenta y uno se celebra en la península la primera misa según el rito romano. Se trataba de erradicar el rito de una Iglesia tachada de cismática por Roma. Nueve años más tarde el concilio de Burgos declara abolida la liturgia mozárabe y los monasterios en los que se practicaba fueron reformados. Era el fin para la iglesia visigótica- hispana. De nada valdría su implicación en un proceso que culminaría más tarde en el apogeo cultural cordobés. De nada, las consecuencias sociales que el fenómeno supuso ante el afán renovador de la poderosa abadía de Cluny que presionaba por el norte y la barbarie almorávide y almohade que lo hacía desde el sur.

La tarde ya estaba a punto de irse para siempre y por poniente la inmensa ola azul del cielo parecía incendiada. Fuera del templo los zamoranos comenzaban a abandonar la pequeña plaza. La Eucaristía tocaba a su fin. Se concelebraba por el rito mozárabe y, justo en aquel momento, las palabras del oficiante sonaron a despedida: "Solemnia completa sunt".

Las solemnidades estaban concluidas. El ceremonial, finalizado.