El presidente de la Generalitat de Cataluña ha vuelto a rizar el rizo y lo ha hecho de forma incalificable e injustificable a través de sus declaraciones, como siempre imprudentes e improcedentes. No le importa si le abuchean y gritan "Cataluña es España" y un claro "go home", por si no entiende el castellano, él a lo suyo que no es lo mismo que piensa y opina la mayoría catalana. Esa mayoría silenciosa que parece empezar ahora a despertar.

Cuando se cumplen 30 años del salvaje atentado del Hipercor en Barcelona, el presidente catalán, tras sufrir otro abucheo, no tuvo mejor ocurrencia que comparar la lucha de la Generalitat por conseguir la independencia con la que ha entablado durante tantos años el Estado español contra la banda terrorista. Lo que nos faltaba por oírle. Puigdemont es el Estado y España y su gobierno la banda terrorista ETA.

Cuan flaca es la memoria de este tipo. No recuerda o no sabe, porque un poco ignorante sí es, que ETA ha dejado en tierra española más de 800 cadáveres cuántos de ellos en Cataluña, además de heridos, lisiados y desplazados. Y que muchas de esas víctimas cayeron en tierras catalanas. Es posible que en su paranoia independentista tampoco recuerde que en los inicios del proceso separatista, gentuza de la izquierda radical como José Luis Carod Rovira, de padre aragonés y madre catalana, siendo vicepresidente de la Generalitat, se reunió en Perpignan con Josu Ternera para pedir a Eta que dejara de atentar en Cataluña a cambio de dar una cierta cobertura política desde la Generalitat a la izquierda abertzale. Así son estos felones.

Y desde este lado de la linde seguimos dándoles cobertura, seguimos enviándoles dinero para financiar sus embajadas y a embajadoras con sueldos de escándalo como la hermana de José Guardiola. A Pep, en casa, sus padres le llaman José y a su hermano Pere, le llaman Pedro, en cristiano. Y no se ruborizan por confesarlo pública y abiertamente. Lo que pasa que el Pere, el Pep y la hermanita embajadora son más papistas que el propio Papa.

Puigdemont no tiene vergüenza, ni memoria histórica, ni pundonor ni dignidad, tras compararse con un Estado que defiende la ley, el orden, la justicia y todo lo demás, dejó al Gobierno de España el papel de la banda Eta que utiliza el asesinato, la extorsión, la amenaza y el secuestro para alcanzar sus fines. Y el ministro del Interior tragando saliva y Soraya Sáenz de Santamaría torciendo el gesto, pero ahí se queda todo. La ruindad, la mezquindad de Puigdemont no tiene parangón en la historia democrática de España. Mientras desde el dolor se recuerda a las víctimas de la banda etarra, este tipo se permite burlarse de las víctimas, que lo fueron por una única razón, ser españoles.

Este personaje, criado a los pechos de Artur Mas, no sabe si mata o espanta. No sabe ser ni por supuesto estar. No reconoce la prudencia con que los demás aguantan sus embestidas. Pero los demás, si al Gobierno de España me refiero, deben ser un poco más contundentes y dejarlo planchado en una próxima comparecencia igual o parecida. Las ofensas gratuitas no se pueden pasar por alto. Puigdemont debe retractarse de semejantes declaraciones que no tienen sentido alguno. Y si no lo hace motu proprio que se lo exija, si tienen cataplines, desde el Gobierno de España. Menos paños calientes y más contundencia del Estado español contra este tipo que, tras el abucheo inicial, sabe que está en un callejón sin salida tras su órdago al Estado de Derecho.