El pasado 10 de junio volvía a Zamora después de algunos años sin disfrutarla. Regresaba a Madrid de un viaje a Portugal con un matrimonio amigo y habíamos elegido esta ruta justo para pasar una noche en esa extraordinaria ciudad y digo esto no sólo por el románico, su historia y su gastronomía sino también por sus gentes. A Dios gracias he tenido la oportunidad en esta vida de tener grandes amigos zamoranos e incluso uno de los mejores profesores de matemáticas que jamás hayan existido, don Antonio Castaños, quien me desasnó matemáticamente hablando en el colegio Claret de Madrid al inicio de los 60. Zamora está distinta, más moderna pero conservando todo su encanto. Negativamente también ha evolucionado, hay numerosas pintadas y algo que me causó tristeza fue ver una figura de bronce en la calle principal de un señor que no conocía pero que debió de ser un gran maestro, don Herminio ponía en la placa, al cual algún vándalo le había arrancado las gafas. Algún descuido más en la ciudad pero no mencionable. De los gamberros no se libra ninguna nadie en este mundo. Después sufrimos una contingencia mayor y esta sí que era evitable. Al salir del hotel, magnífico por cierto, junto a la iglesia de Santa María de la Horta, vemos unos trabajadores instalando un grupo electrógeno al lado de un tenderete. Nos informamos en el hotel y nos dicen que son las fiestas del barrio y que esa noche iba a haber una verbena, que no sabían ciertamente a qué hora terminaría y que ya nos habían avisado por email unos días antes. Los responsables del Ayuntamiento habían informado un poco tarde al hotel y en cinco días de viaje no habíamos leído ningún correo por lo que no nos habíamos enterado. Compramos los tapones de oído correspondientes para ver si podían evitar el posible ruido. A la vuelta al hotel sobre las 23: 30 el ruido era espantoso, público escaso, solo unas cuantas personas. Le dijimos al conserje de turno que al menos nos cambiara de habitación a algún patio interior y lo más alejado posible del escenario. Nos dicen que pueden darnos otra habitación pero que da también al mismo sitio es decir enfrente de la iglesia y por ende del mismo ruido. Ni con tapones dobles se paliaba aquello. A las 00.30 hablé con recepción para que me buscaran otro hotel lo más lejos posible. Me dijeron que lo intentarían Afortunadamente, pues habían tenido una cancelación, me consiguieron otro hotel en la plaza del mercado. La noche en Zamora me salió por el doble de lo previsto ya que tuve que pagar dos hoteles. Allí no había ruido y aunque era ya un poco tarde pude dormir. Como a casi todo el mundo me gustan las fiestas y sus celebraciones pero este tipo de actuaciones se suelen sacar fuera del casco y menos hacerlas junto a un hotel, me imagino que muchos vecinos debieron pasar también una noche toledana. No sé a quién se le ocurrió esta idea pero creo que es evitable. En la próxima ocasión le puedo sugerir al responsable que ponga el ruido debajo de su casa o de la del señor alcalde y compruebe. Zamora no tiene la culpa y volveré todas las ocasiones que pueda pero antes me informaré si hay previsto algún evento junto al hotel. Un cordial saludo a todos los zamoranos, bueno a casi todos.

Francisco Fernández