Con el congreso del PSOE, el pasado fin de semana, se consuma el triunfo y la apoteosis de quien por aclamación popular de la militancia, Pedro Sánchez. recupera la dirección del partido, ahora seguramente por mucho más tiempo pues la amarga experiencia le ha hecho tomar de entrada grandes medidas de precaución para evitar cualquier intento de conspiración como ocurriera en octubre con el bochornoso contubernio que acabó con el derrocamiento del líder, solo por negarse a apoyar, con la abstención socialista, el Gobierno del PP. Lo que no podían suponer los intrigantes era que aupado por las bases del partido Sánchez volvería para quedarse.

Y rumbo a la Moncloa, que esa ha sido una de sus primeras declaraciones en el discurso que cerró el congreso. En realidad, fue siempre su prioridad, y ello le costó lo que le costó, aunque haya servido para quedar en la evidencia y hasta en el ridículo - caso de Susana Díaz cabeza visible de los conspiradores - a los dirigentes que protagonizaron la oscura trama y a los incautos que pillaron por medio, que no fueron pocos pero sí rotundamente insuficientes. Y es que en este país cainita resulta que aun se siguen valorando principios éticos y morales como la lealtad, por encima de otras consideraciones por razonables que pudieran darse.

Sánchez, y es lo más lógico del mundo, se ha hecho un equipo a su manera, una densa guardia pretoriana que es de pensar que esta vez le resultará más eficaz que la anterior. Con un 40 por ciento de mujeres en su comité federal, los cargos han ido a parar a los suyos, a quienes estuvieron con él y le apoyaron en sus momentos de debilidad, que les tuvo. Solo Patxi López figura en la dirección con un cargo importante al aceptar el ofrecimiento del redivivo secretario general. Pero el vasco parece un hombre fiable pues su trayectoria política aparece siempre marcada por la honestidad. Incluso su candidatura, entre las de Díaz y Sánchez, resultó un intento teórico de acabar con radicalismos y tirar por la calle de en medio.

Todo lo contrario que la presidenta andaluza, que parece no haber asimilado aun su gran derrota a un puesto que le venía muy grande, que estuvo con cara larga y descompuesta todo el congreso, según se cuenta, y que solo le faltó echarse a llorar. Su gente no ha colaborado, no ha aprobado los documentos políticos aprobados por mayoría de un 70 `por ciento y han vuelto a su tierra con el rabo entre las piernas, lo mismo que otros muchos. Pero junto a Sánchez hay muchos pesos pesados del PSOE que auguran confianza, aunque el partido siga dividido. Los que no están, claro, son los barones regionales que de modo tan cínico le traicionaron para poder mantener sus cargos.

Ahora, queda por ver si el nuevo PSOE es capaz de llegar a gobernar algún día o si seguirá sin levantar cabeza tras el nefasto Zapatero. El reto tienen nombre: Podemos, pero no solo. Y por eso, lo más fácil es que todo quede como está. Dependerá de muchos factores, el referéndum catalán incluido.