Cuando se aborda el futuro del sector agroganadero, fundamental en la provincia de Zamora, siempre se recurre al mismo argumento como demanda a los responsables de las explotaciones y a los propietarios de las fábricas de transformación alimentaria: modernizarse. Por modernización se entiende, siempre, la aplicación de las últimas tecnologías, pero tal demanda resulta estéril en demasiadas ocasiones no porque los agricultores, ganaderos o productores no sean conscientes del desafío que tienen ante sí, sino porque no tienen demasiadas opciones de llevarlo a cabo.

La semana pasada LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA ofrecía datos reveladores sobre las limitaciones que, a la hora de la verdad, encuentra ese proceso en el que se involucrarían gustosos los protagonistas del sector si pudieran: la mitad de la población no tiene acceso a Internet de banda ancha, a pesar de que las directivas de la Unión Europea, que vienen a considerar el de la comunicación como un derecho básico de la población, pretenda que de aquí a poco más de dos años la conexión a 30 megas abarque todo el territorio europeo. Gran parte de esa población sin acceso a las nuevas autopistas de la información vive, trabaja y explota sus negocios en pueblos. Para ellos la globalización, ese fenómeno que permite prosperar a una empresa independientemente de donde esté asentada, es una quimera. Como lo es, hoy por hoy, confiar en que ello suponga una salida al negro túnel de la despoblación en forma de creación de empleo.

El potencial agroalimentario de Zamora es una realidad en muchos sectores como el lácteo, el ovino o el cerealista. La calidad de sus productos está a prueba de los mercados más exigentes, como se ha podido comprobar esta misma semana a través de la visita de una misión comercial llegada de varios países europeos, Estados Unidos y China. Hay fábricas del sector que dan trabajo a cientos de personas, que exportan gran parte de su producción y que tienen en perspectiva seguir creciendo. Toda una apuesta para una provincia necesitada de aliento económico, una senda por la que aspiran a seguir otros emprendedores que saben muy bien que el mundo ligado al sector primario tiene mucho qué decir en el futuro.

En la I Jornada de Innovación Agroganadera organizada por el periódico este jueves, los asistentes tuvieron oportunidad de confirmar esto y de conocer las nuevas expectativas que las nuevas tecnologías ofrecen al mundo agrícola y ganadero. Explotar el campo de forma óptima nada tiene que ver con el modelo tradicional que acabó dando por injusto fruto un cierto desprestigio social para quien se dedicaba a su tierra o a su ganado. La dureza de las condiciones de generaciones anteriores propició una mentalidad que aún perdura y que es necesario erradicar, porque hoy las explotaciones y la transformación de los productos agroalimentarios tienen mucho más que ver con la ingeniería y los conocimientos de informática y biología que con el tópico de la estampa rural que asociaba campesinado y analfabetismo. Todo lo contrario.

El Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León tiene en marcha proyectos pioneros que permiten controlar las cabañas ganaderas a distancia mediante GPS, mejorar y optimizar su alimentación, equilibrar la producción adaptada a un mercado cada vez más exigente que quiere comer sano y que se muestra sensible hacia la sostenibilidad del medio ambiente. Pero difícilmente se podrá controlar una cabaña ganadera, o gestionar para la agricultura el uso de recursos cada vez más escasos, como el agua, si se carece de cobertura en el móvil e Internet sigue siendo exclusivo de los grandes núcleos de población.

Los negocios basados en el sector primario seguirán necesitando al campo, aunque quienes trabajen en ellos vivan en localidades de mayor tamaño, capaces de garantizar unos servicios mínimos que, ahora mismo, tampoco se dan por completo en las cabeceras de comarca. Así que cabría cuestionarse la aplicación práctica de esas encomiables investigaciones punteras porque si no se cuenta con una buena base, el resultado viene a ser el mismo que cuando se empieza la casa por el tejado, al menos en lo que a la provincia de Zamora se refiere. Si existen otros territorios de Castilla y León donde sí es posible ponerlos en práctica sin trabas, hablamos ya de un desequilibrio que se agudiza. Y la Junta no puede resignarse, bajar los brazos y ofrecer la alternativa del satélite porque resulta caro y no es operativa.

No hay que irse a los confines del territorio zamorano para poner a prueba la "desconexión" rural. A pocos kilómetros de Toro, tercer núcleo de importancia de la provincia, en una de las bodegas más reputadas de su DO, cuyos vinos son producto de élite, con ocasión de una jornada de puertas abiertas, sus responsables bromeaban, por no llorar, sobre el "Internet a pedales" con el que se veían obligados a realizar sus transacciones comerciales. Conseguir cobertura en el móvil obligaba a los invitados de ese día a dar vueltas por las instalaciones hasta captar la señal. Todo ello parece un chiste, pero no tiene nada de gracioso y sí mucho de injusticia y de discriminación. Que los poderes públicos se golpeen en el pecho en defensa de los pueblos y del mundo rural resulta chusco cuando te enfrentas a la realidad del día a día que viven sus habitantes.

Existen visos de esperanza en esta batalla, como la unanimidad expresada por todos los grupos políticos en el Pleno de la Diputación de Zamora de este mes en busca de esa imprescindible conectividad. La Secretaría de Estado para la Sociedad de la Información y la Agenda Digital ya incluye en sus planes lo que se denomina "ámbito rural inteligente" que tiene como referencia las mancomunidades en lugar de los municipios, dando por sentado que nos enfrentamos también a un nuevo modelo territorial.

La Unión Internacional de Telecomunicaciones, organismo de la ONU, habla de "comunidades rurales inteligentes", la Unión Europea de los "smart villages" o "pueblos inteligentes". Acuñado el término, en Zamora falta por pasar a la acción. Hablar de la conexión a Internet es ya hablar del presente. No pueden repetirse demoras como ha ocurrido con las autovías y el ferrocarril. La comunicación es un derecho básico que debe ser garantizado por las Administraciones, las mismas que pudieron modificar la normativa necesaria como para anegar vegas y pueblos para producir energía a los grandes núcleos industriales, las mismas, también, que deberían exigir a las compañías de telefonía llevar a cabo ese ejercicio de responsabilidad social. Ya es hora de tratar al campo como se merece.