Algo que todo el mundo tiene asumido, indefectiblemente, es que los políticos mienten una y otra vez, las que sean, en defensa de sus partidos, o sea en defensa de sus intereses y ansias de poder ya que ello supone el mantenimiento del estatus. A Rajoy, como a otros muchos, se le he pillado en unos cuantos engaños, mucha en realidad, increíblemente cínicos y descarados, en especial desde que llegó a La Moncloa sin pensar en cumplir ninguna de sus promesas electorales, escudándose en la situación de aguda crisis por la que en verdad atravesaba el país. Pero, ahora, estos días, cuando la supuesta solidez actual del sector bancario ha comenzado a resentirse, se ha hundido el Banco Popular, adquirido por el Santander por el simbólico precio de un euro -su reflotamiento a base de dinero público hubiese costado no menos de 30.000 millones - y cuando algunas otra entidad ofrecen indicios de debilidad, se recuerda de manera muy especial esa tan reiterada afirmación del presidente del Gobierno acerca de que España atravesó la crisis sin necesitar del rescate europeo.

Porque de sobra se sabe, a estas alturas es algo bien conocido, que Rajoy tuvo que acudir al rescate europeo para salvar a la banca, cuya fractura podía haber supuesto un auténtico drama. Se recuerda porque en los primeros días del presente mes de junio se cumplieron cinco años desde que se hizo el anuncio oficial del rescate. La Unión Europea había puesto a disposición de España hasta 100.000 millones de euros para estructurar y relanzar el sector financiero, algo que se inició de forma rápida con la desaparición de las antiguas cajas de ahorro o su unión para la creación de grupos bancarios de capacidad suficiente y basados en la profesionalización al máximo de la gestión. Había sido la inclusión de numerosos representantes políticos y sindicales en los consejos y hasta en los cargos ejecutivos de estas tradicionales y cercanas entidades que hasta entonces habían gozado de una vida saneada y sin mayores problemas, lo que originó el desastre. Solo en el caso de Bankia más de 20.000 millones fueron a parar a la nacionalizada caja, de los 60.000 millones largos que se emplearon de primera mano y como medida de urgencia en el rescate del sector, aunque a día de hoy parece que los beneficios y las ventas patrimoniales han dejado esta deuda con Bruselas en algo menos de los 50.000 millones que es lo que el Gobierno, a través de Guindos, su ministro de Economía, había calculado en principio.

No es que fuera la única intervención de trasvase de fondos europeos pues hubo alguna operación menos divulgada pero que incrementó el débito, si bien parece que se van cumpliendo los plazos establecidos y que España podría quedar limpia de deudas, aun arrastrando un gran déficit público, en la década siguiente. Pero aunque Guindos dijera en su momento, cuando el rescate se produjo, que a los españoles ese crédito no les costaría un centavo, evidentemente eso no fue así. Porque en 2012 llegaron las congelaciones de sueldos, de pensiones, de prestaciones del paro, los recortes en sanidad y educación, y una enorme subida de impuestos. O sea, que aun se sigue pagando.