Me refiero a la moción de censura, en la que uno tras otro,líderes y lideresas soltaron sus diatribas que, por largas y farragosas se acercaban más al rollo que a lo interesante. Primero actuaba el que presentaba la moción y después el aludido. Leían y leían lo que les habían escrito días antes, o semanas antes, sus colaboradores, sin importarle si aquello tenía mucho que ver algo con el argumentario del contrario. Y así, uno tras otro, iban actuando los representantes de los demás partidos, sin que, apenas, mediara un hilo conductor entre unos y otros discursos. Quienes siguieron entero el debate aún están preguntándose cuál es el programa de gobierno que proponían quienes presentaban la moción de censura, y que había de nuevo en las distintas exposiciones.

Y es que, en el Parlamento, suelen pasar estas cosas, de ahí que podría llegarse a la conclusión que, en determinadas circunstancias, no haría falta que acudiesen allí sus señorías si no fuera por aquello de las votaciones. Porque para que el pueblo soberano pueda acceder a sus espiches bastaría con que los colgaran en Internet, ya que responden a algo premeditado, porque nada parece improvisado, ni configurado, ni perfilado en función de lo que vaya pidiendo la marcha de la sesión.

El Congreso es utilizado, a veces, como foro informativo, como si se tratara de un plató de televisión o un salón de actos acondicionado para ruedas de prensa. De ahí que los partidos podrían plantearse colgar sus estereotipados discursos en alguna nube, y dedicar el tiempo que pierden en esos shows en debatir leyes, que es para lo que se les ha contratado.

Algunos portavoces ni tan siquiera son capaces de leer con naturalidad los voluminosos legajos que les han preparado, dándoles algo de vida, y lo que hacen es soltar frases inconexas, que suenan a película de los Hermanos Marx o cosa por el estilo. Es el presidente del Gobierno uno de los que, de haberlo, se llevaría uno de los primeros premios al esperpento o al surrealismo. Ya sea para el Congreso o para cualquier otro acto, quienes le escriben los espiches, no se sabe si lo hacen con mala leche, porque le ponen en un brete cada vez que tiene que interpretar unas composiciones gramaticales muy raras que suelen acabar como aquellos shows de Tip y Coll, que en paz descansen. Viral fue, y sigue siendo aquello de "es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde" o aquel otro de "España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles". Ahora, en la moción de censura ha dejado otra perla que pasará a la posteridad: "cuando peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político". Son frases para la historia que nadie ha sido capaz de poder interpretarlas. Quizá, en un futuro,lleguemos a enterarnos de lo que querían decir, ya que formarán parte de las frases célebres, como aquellas que escribiera José Luis Cuerda para la película "Amanece que no es poco".

Mientras tanto, no parece que nadie se haya sorprendido demasiado de ver cómo, durante el transcurso de la moción de censura,un ministro pasaba el rato leyendo un libro, mientras varios diputados bostezaban o jugaban a los marcianitos, y otros tantos adoptaban contorsionadas posturas que, por momentos, parecía que se les iba a salir alguna hernia.

Y es que sesiones como la antedicha, si hacemos excepción de unos cuantos insultos y exabruptos, aderezados para dar ambiente, por no tener, no han tenido ni el morbo de ignorar cómo iba a terminar la película, ya que el desenlace era conocido de antemano. Ha sido algo tan soso como ver un partido de fútbol conociéndose, previamente, el resultado.

Pues eso, que hay que quedarse con la parte divertida de las cosas, así que mejor recordar otra frase antológica de nuestro presidente: "Tenemos que fabricar máquinas que nos permitan seguir fabricando máquinas, porque lo que no va a hacer nunca una máquina es fabricar máquinas a su vez".