Discurrió la moción de censura de Podemos contra el Gobierno del PP sobre poco más o menos como se esperaba. Aunque hay que agradecer que el debate fuera menos bronco que en debates anteriores entre los dos líderes, Rajoy e Iglesias. Resultó así algo más serio el asunto, aunque el fracaso previsto e inflexible de la moción, sin la menor posibilidad de salir adelante, quitase hierro al enfrentamiento, pese a la dureza con que se empleó y bien a fondo la portavoz de Podemos, Irene Montero, machacando una y otra vez en donde más debiera herir a Rajoy: en la corrupción de su partido.

Todo respondió en realidad a una estrategia bien estudiada por parte de Pablo Iglesias quien en esta ocasión quiso ofrecer en la forma un aspecto más presidenciable, más cercano, tratando de evitar de todos los modos no meter más miedo a la gente. Y pensando sobre todo, seguramente, aun sabedor de lo difícil de su empeño, en convencer a ese nuevo PSOE de Pedro Sánchez al que invitó para más temprano que tarde, dijo, sacar a Rajoy de La Moncloa y efectuar el cambio que a su entender el país necesita. No dudó incluso en reconocer errores del pasado en la relación con los socialistas, que estos, lo mismo que Rivera, el de C´s, ni olvidan ni perdonan. Incluso opinan que la moción para lo único que ha servido es para dar aire a un PP que tiene por delante situaciones my comprometidas en los juzgados.

Por lo demás, Iglesias presentó un programa económico y político ya conocido y sin novedades, insistiendo en la lucha contra la corrupción como uno de los objetivos principales. Pero sigue aclarar su postura de manera rotunda y definitiva, amparándose en la ambigüedad, en el sí pero no, por lo que se refiere al referéndum separatista de Cataluña. En cuanto a los escándalos de corrupción fue la número dos de Podemos, Montero, quien desgranó una amplia muestra de casos en las filas del PP, más de 60 precisó en algún momento de su larga intervención, rubricados con el latiguillo de "Qué vergüenza". Se reveló como una oradora fácil, con recursos y con energía sobrada, aunque fuese interpretando al duro de turno, en contraste con el ánimo de Pablo Iglesias, quien parece que pese al resultado sugirió una nueva moción de censura y no tardando demasiado. En realidad, la moción ha desgastado más al líder de Podemos, que no líder de la izquierda española, que al presidente del Gobierno.

Ha estado muy seguro Rajoy saltando al ruedo no ya como don Tancredo, su pose habitual, sino cogiendo al toro por los cuernos, conocedor de no correr riesgo alguno, y poniendo en evidencia a Iglesias tratando de desacreditarle del todo en aquellos puntos que más pudieran dolerle. Así le hizo saber al de Podemos que nunca será presidente, sencillamente por que los españoles no quieren que les gobierne, porque no confían ni en él ni en su partido ni en las políticas que predican. Pero aquí se acaba su recorrido, señor Iglesias, vino a decirle como definitiva conclusión. La verdad es que no lo tenía difícil el presidente y Rajoy es hombre con muchas tablas, que sabe estar y crecerse en los debates. Como ha quedado demostrado en esta moción sin pies ni cabeza, de la que ha salido claro ganador.