A pocos días del congreso nacional del PSOE, que significará la puesta en marcha de nuevo ya con Pedro Sánchez como definitivo secretario general del partido, elegido mayoritariamente por las bases frente al criterio oficialista marcado por los barones regionales y los dirigentes instalados o situados a la derecha socialista, nos encontramos con que la comisión gestora que presidía el asturiano Fernández y que se encargó de poner en e escena, burdamente, bochornosamente, ante todo el país, la defenestración de quien se negaba a entregar el poder al PP de Rajoy, ya ha hecho mutis por el foro, desapareciendo por innecesaria desde el momento que había un líder electo por la militancia.

Y se ha ido lo mismo que ha estado, de igual forma sibilina, que ellos, sus integrantes, han querido mostrar como callada y discreta. Ni rueda de prensa de despedida quisieron hacer, pero es algo que se entiende, después de su fracaso, no tanto ya el fracaso de la gestión de la gestora, valga la redundancia, sino el fracaso colosal en su empeño en quitar a Sánchez para poner a Susana Díaz la intrigante presidenta de Andalucía, que bastante tiene con lo que tiene en su comunidad. Consiguieron derrocar a quien había sido durante dos años su secretario general y candidato a la presidencia del Gobierno por el PSOE, pero no consiguieron colocar a Díaz, porque las bases dijeron no, lo mismo que el retornado Sánchez había dicho y sigue diciendo no al PP.

Pero ha apurado y hecho balance la comisión gestora de todo lo que podía vender , y así ha hecho público un comunicado en el que orgullosamente hace relación de sus supuestos logros. A saber: haber puesto orden en el partido - un partido que ha quedado dividido si no roto- haber cooperado con su abstención a la gobernabilidad de la nación, o sea a facilitar que Rajoy siguiese en La Moncloa, haber evitado unas terceras elecciones, y haber colaborado con el Gobierno del PP en sus primeros pasos en los que los socialistas consideraban del todo preciso ese apoyo institucional en el Congreso. Como para presumir de todo ello, así que ni extraña que Sánchez haya vuelto a ocupar el cargo, ni que la comisión gestora haya tenido que salir de puntillas y por la puerta de atrás.

Desde el momento mismo de su reelección en las primarias ha vuelto Sánchez a tomar el mando, y no ha escatimado, aun antes de congreso del partido, las imposiciones y responsabilidades que le corresponden. Depuraciones, por ahora, no parece haber tenido que hacer muchas, porque algunos de los que le vendieron se han ido ya de inmediato antes de que les dieran la patada, aunque desde la sombra amenacen votar por su cuenta en el Congreso, algo a lo que seguramente no se atreverán porque todos ellos aspiran a vivir de la política. Pero no va a ser fácil, de entrada, unificar voluntades y actitudes, aunque es de esperar que, con el tiempo, pero no tardando, se irán limando roces y asperezas y al menos el PSOE vuelva a funcionar como el partido que fue antes de ser destrozado por Zapatero. Por lo pronto, y aunque no supongo demasiado mérito, se distancia claramente de Podemos.